Del judaísmo talmúdico y del no talmúdico.
De: Anajnu
Kenesa caraíta de Vilnius
"¿En qué difiere una creación humana de la Creación Divina? Cuando el hombre crea, lo hace siguiendo un molde; todas las piezas salen exactamente iguales entre sí. Cuando Dios crea - aún utilizando un mismo molde - cada pieza es diferente de las demás. Paradigma de ello es la Creación del hombre... de los hombres". Midrash.
"Cierto día, Moshé Rabenu quiso constatar qué habían hecho los hijos de Israel con la Torá que Dios les había entregado por su intermedio. Bajó del cielo y fue de incógnito a la Yeshivá de Rabí Akiva. Cuando Rabi Akiva comenzó con su enseñanza del día, Moshé Rabenu se percató de que no entendía ni una palabra de lo que estaba en juego en ella". El Talmud de Babilonia.
Del Talmúdico.
Digámoslo sin cortapisas: el Judaísmo jamás ha sido monolítico ni dogmático. Cada quien fue, es y será creado según un mismo molde humano; pero cada uno es diferente a los demás, y ve las cosas de manera diferente. Por otra parte, el Judaísmo ha ido evolucionando a través de la Historia y de la Geografía, y precisamente esa evolución incesante - esa plasticidad, esa elasticidad - es lo que le ha permitido subsistir, adaptándose creativa y activamente a cada momento histórico y a cada rincón geográfico. "Shivim panim laTorá" ("Setenta rostros tiene la Torá"), enseña el Talmud. Hay, en efecto, incontables formas distintas - "Setenta" es la expresión habitual de nuestros Sabios para designar lo incontable - de considerar la Torá.
No sólo hay distintas corrientes en el Judaísmo de hoy. En su época descollaron las escuelas de Hillel y Shamai, por ejemplo, que divergían entre sí acerca de numerosos tópicos mayores. Ambas se confrontaban en el estudio y en las conclusiones subsecuentes, pero siempre dentro de un marco de hondo y genuino respeto - y hasta de admiración de la una por la otra. Ambas eran conscientes de sus diferencias; pero enriquecían su saber en la confrontación de sus ideas; no lo empobrecían mediante la descalificación recíproca y vana.
Sin considerar por el momento al sector profano, secular o laico - ampliamente mayoritario en la Judeidad contemporánea -, ni al sector jasídico, podemos distinguir cuatro corrientes principales en el océano del Judaísmo que denominamos rabí- talmudismo:
1) Ortodoxia;
2) Reformismo (Judaísmo Liberal; Judaísmo Profético);
3) Conservadorismo (Judaísmo Masortí; Judaísmo Histórico), y
4) Reconstruccionismo.
El orden de este listado responde a su aparición cronológica; de ninguna manera a su importancia o al número de sus adeptos. Dentro de cada una de estas corrientes existe a su vez una gama de subcorrientes, desde las más liberales hasta las más radicales - o, para utilizar un lenguaje más habitual, desde la izquierda hasta la derecha.
La Ortodoxia
La Ortodoxia es terminante: el Judaísmo se basa en la Torá (oral y escrita), Palabra Divina e inmutable, entregada por Dios en el Monte Sinaí a los Hijos de Israel. El cumplimiento de las mitzvot (los preceptos) es exhaustivo y obligatorio. No hay lugar para modificaciones; sí para interpretaciones de ciertas autoridades rabínicas aceptadas por el pueblo. La Halajá es el camino, el eje excluyente de la vida judía. Todo judío está obligado a observar todas las mitzvot, y no está en condiciones de decidir o elegir cuál mitzvá ha de observar y cuál no.
La Tefilá (conjunto de plegarias y oraciones) ha de expresarse en hebreo, Lashón haKodesh (Lengua Sagrada). La pronunciación es de la mayor importancia.
En la sinagoga, varones y mujeres están totalmente separados, en ámbitos diferentes —divididos por cortinas, verjas, paredes o niveles.
En los servicios no se utilizan instrumentos (o grabaciones) musicales ni micrófonos (aun cuando éstos estén encendidos desde antes de comenzar el Shabat o la Festividad, por ejemplo), aunque sí puede recurrirse a un jazán (cantor litúrgico, varón) y a conjuntos corales (formados sólo por varones). Las mujeres no participan en la liturgia sinagogal; no cuentan para formar un minián, ni para dirigir un servicio, ni como testigos.
Algunos miembros de ciertos movimientos ortodoxos mantienen la indumentaria tradicional (a veces medieval) de sus antecesores.
La Ortodoxia (aún a pesar de su evidente y vital heterogeneidad intrínseca) sostiene que su forma de considerar y vivir el Judaísmo es la única verdadera. No reconoce, pues, bodas ni conversiones practicadas por los otras corrientes o movimientos no-ortodoxos. Sus cultores suponen que, si algo cambia, todo habrá de sufrir cambios desnaturalizantes luego. Y que, si se empieza por abandonar la observancia de alguna mitzvá, se terminará por descuidar todas las mitzvot.
El Movimiento Reformista
Comenzó a gestarse en la Alemania del siglo XIX, como reacción a lo que sus impulsores consideraban el implacable radicalismo ortodoxo.
Las ideas de la Reforma judaica surgen en la llamada Primavera de las Naciones, durante la Emancipación europea. Las murallas de los ghettos se derrumbaron, y los judíos se vieron aceptados en la sociedad global, de la que asimilaron sus costumbres. Comenzaron los planteos: ¿cómo asistir a una reunión y ofender al anfitrión negándose a tomar comida no necesariamente kasher? Así, de la mano de Moisés Mendelsohn, se llegó a adoptar la norma de guardar las normas judaicas en la casa, y seguir las de la sociedad general fuera de ella; "ser judío en el hogar y gentil en la calle". Los cambios promovidos por la Reforma Judía obedecieron, pues, a la necesidad percibida de adecuarse a la sociedad general. Así fueron siendo abandonadas las leyes de la Kashrut, el Brit Milá, el uso de la kipá y del talit en la sinagoga y otras, aunque muchas de ellas, en mayor o menor grado, fueron luego retomadas.
En los servicios litúrgicos reformistas, mujeres y varones comparten un espacio común, no dividido; utilizan para las oraciones el idioma del país junto al hebreo. Las mujeres tienen los mismos derechos y obligaciones rituales que los varones, de manera que existen rabaniot (rabinas) y jazaniot (cantoras litúrgicas).
El Movimiento Reformista introdujo el sermón semanal y el uso de la toga para rabinos/as y jazanim/iot. También hizo del estudio un derecho una obligación tanto para la mujer como para el varón. Las ceremonias de Bar - y Bat Mitzvá son exactamente iguales; tanto el varón como la mujer pueden dirigir indistintamente el servicio religioso y ser llamados a la lectura de la Torá, marcando con ello su iniciación en las obligaciones rituales. Para promover el estudio de los jóvenes instituye la ceremonia de la Confirmación un par de años después de haber celebrado el Bar o Bat Mitzvá.
El principio filosófico-teológico de la Reforma judaica es que la Torá no reviste carácter divino; la Ley fue desarrollada por el hombre, primeramente a través de los usos y costumbres, y luego sobrevino su establecimiento por escrito; es a posteriori que la Torá se torna sagrada. Este concepto otorga la libertad de introducir cambios en la Halajá y en la práctica. Se acepta una total autonomía individual; de hecho cada quien decide qué clase de Judaísmo ha de seguir, cuáles mitzvot observará y cuáles no. Los cambios en la Halajá y en la práctica responden a la necesidad de actualizar la religión y adecuarla al mundo moderno, sin ninguna otra razón o particularidad. Se distingue entre mitzvot rituales y éticas, y se priorizan netamente estas últimas.
El Movimiento Reformista pone el acento en el comportamiento ético de las personas, por sobre leyes y rituales, y por ello adopta también el nombre de Judaísmo Profético.
El Movimiento Conservador
Nació en los Estados Unidos de Norteamérica como reacción a lo que se consideraron concesiones excesivas del Movimiento Reformista a los requerimientos de la Modernidad.
Su filosofía se basa en lo que se denomina Judaísmo Histórico Positivo. Se consideran positivos la evolución y los eventuales cambios que acarrea, a fin de adecuar el Judaísmo al mundo actual, respondiendo así a las necesidades espirituales, emocionales e intelectuales de la Judeidad contemporánea.
Desde su perspectiva teológica, considera que la Torá fue escrita por hombres bajo inspiración divina, y que constituye la base fundamental del Judaísmo; puede considerar modificaciones, especialmente en lo que a ritual se refiere, pero las mitzvot éticas, en general, se mantienen inalterables y con plena vigencia en todos los tiempos.
El Movimiento Conservador responde a la Halajá, pero ésta debe ser refrendada por los rabinos y las congregaciones que lo integran. Ante una eventual modificación se somete el tema a una comisión del Comité de Halajá, que lo estudia y se remonta a los orígenes y a la evolución de la norma involucrada; luego la comisión eleva un informe y recomendaciones al Comité de Halajá; el cual, a su vez, somete el tema a la consideración de todos los rabinos del Movimiento en su Asamblea Anual; éstos se pronuncian al respecto, y el pronunciamiento debe, a su vez ser aceptado y refrendado por cada congregación para ser finalmente aceptado como Halajá.
El cumplimiento de las mitzvot es nuclear, especialmente Kashrut, Tefilá, Shabat y Festividades. Las mitzvot éticas o de comportamiento, empero, prevalecen por sobre sobre las rituales, y son consideradas como el fundamento del Judaísmo, mientras que las mitzvot rituales harían a la estética del mismo, otorgando el sentimiento de belleza y de apego a la vida y al culto judaicos.
Mujeres y varones comparten un ámbito sinagogal común; en muchas congregaciones se ha impuesto el concepto de Sinagoga o Congregación Igualitaria, en las que varones y mujeres comparten por igual derechos y obligaciones rituales. Hay rabaniot y jazaniot, aunque cada congregación se guarda el derecho de aceptar la igualdad o mantenerse en la diferenciación tradicional.
Los servicios integran, en ciertas congregaciones (no en otras), música instrumental y coros mixtos; la Tefilá se expresa tanto en hebreo como en el idioma habitual de la congregación.
El Movimiento Conservador entiende al Judaísmo como una forma de vida, una cultura con todas las características propias de la misma, y también como una civilización evolutiva, según el concepto expresado por Rav Mordejai Kaplan para el Reconstruccionismo (ver luego). Se busca armonizar el Judaísmo Tradicional y la Cultura Judía con las demandas de los saberes y conocimientos contemporáneos. Se entiende que religión, ciencia, judaísmo y modernidad deben marchar de la mano, para responder a las necesidades y exigencias espirituales, emotivas e intelectuales del judío de hoy.
El Movimiento Reconstruccionista
Es el más reciente; tuvo su origen y desarrollo en los Estados Unidos, y su padre indiscutido fue el Rabino Mordejai Kaplan (1881-1983).
El Judaísmo sería una "civilización religiosa evolutiva o progresiva de la Judeidad —arte, historia, cultura, literatura, música, idiomas, costumbres, leyes, comunidad, etc.—, dotada de todos los elementos que conforman una civilización." Se enfatiza muy especialmente el valor de lo comunitario, siendo cada comunidad la que decide, a través de sus miembros, acerca de su judaicidad.
El Reconstruccionismo rechaza tajantemente el concepto de Pueblo Elegido, tildándolo de arrogancia inaceptable, fomento irracional e ilógico del antijudaísmo. En el Sidur Reconstruccionista se omite toda referencia al "Pueblo Elegido".
Considera a Dios como el "término que usamos para referirnos a los altos ideales y valores a los que dedicamos nuestras vidas". Dios no es un ente externo que actúa por encima del sujeto humano, sino más bien una fuerza que lo atraviesa.
Rav Kaplan introdujo en el ritual la ceremonia de Bat Mitzvá, que después adoptaron reformistas y conservadores. La Tefilá se expresa tanto en el idioma habitual de la congregación como en hebreo. La igualdad ritual entre hombres y mujeres es total y definitoria. El Reconstruccionismo considera que la Tefilá es para unir a los judíos en un sólido sentimiento comunitario. Con respecto al Estado de Israel, sostiene que es la patria espiritual e histórica de la Judeidad como civilización. Considera que el Judaísmo debe evolucionar para responder a las necesidades y requerimientos de hoy, y que es responsabilidad de cada judío participar plenamente en este proceso.
Entre las instituciones relevantes del Reconstruccionismo (luego adoptadas por las otras tres corrientes) se cuentan las javurot, grupos primarios de base, inicialmente formados para colmar alguna expectativa o necesidad percibida en la vida judía por sus propios integrantes —estudio, plegaria, celebración, comunidad o acción social judía. Su forma singular, la javurá, correspondería al inglés membership.
El ideal del Movimiento Reconstruccionista es un modelo de democracia pluralista, donde cada judío y cada Comunidad provea a sus necesidades espirituales, emocionales, físicas y educativas.
Síntesis
Los judíos creyentes y a la vez esclarecidos han ido adoptando en sus vidas elementos de cada uno de los movimientos citados. Como seres inteligentes y pensantes buscan lo mejor para sí; y en esa búsqueda sintetizan diversos aspectos de cada una de esas corrientes del pensamiento judío religioso. A pesar de las diferencias, sienten que forman parte de un todo (que también incluye a los movimientos jasídicos y a los no-creyentes) que se denominan AM ISRAEL. Como partes de ese todo, y aunque partiendo de diferentes perspectivas, adoptan como consigna el convencer en lugar de imponer, y como principio el respeto por los demás, sus ideas y su forma peculiar y distintiva de ver las cosas. Sólo así es posible aprender de las diferencias y enriquecer la vida espiritual, afectiva e intelectual.
Del no talmúdico.
Caraísmo
El caraísmo proviene del término hebreo bené mikrá, que significa "Seguidores (o 'lectores') de la Escritura".
"Escudriñad a fondo la Torá [Ley escrita de Dios] y no confiéis en mi opinión", estas palabras las mencionó Anán ben David, judío secesionista que proclamaba el derecho de todo judío a estudiar las Escrituras Hebreas de un modo libre, sin tener en cuenta la interpretación rabínica ni el Talmud; debido al énfasis que le daban a las Escrituras, se les llamó desde el siglo VIII "Qara'ìm" (en hebreo "lectores") a los seguidores de Anán, que se oponían a la autoridad religiosa de los rabinos y a sus creencias.
1 Inicio de la controversia
2 Desarrollo
3 Algunos rasgos entre caraítas y rabinos
4 Historia
5 Doctrina
6 Referencias
Inicio de la controversia
Dentro del judaísmo de la Diáspora babilónica de la época talmúdica surgió una nueva filosofía. La idea siempre había sido que Dios había dado dos Leyes (Torá) en el Sinaí una Oral y otra Escrita. Ya durante la época del Segundo Templo de Jerusalén aparecieron sectas (los Saduceos y los Esenios), que iban en contra de las enseñanzas de los Prushim (Fariseos), que eran considerados como la corriente ortodoxa, en cuestión del valor divino de la Ley Oral, pero con la destrucción del Templo, las sectas heterodoxas desaparecieron.
El Caraísmo apareció en el siglo VIII, con la figura de Anán ben David. Anán procedía de una familia noble judía, descendientes del Rey David, y por ello aspiraba al título de 'Jefe de la Diáspora', que le fue negado. Desde aquel momento se convirtió en el líder del movimiento heterodoxo que predicaba que la Ley (Torá) Oral no era palabra divina. Escribió un Libro de los Mandamientos en el cual concentraba sus ideas y enseñanzas (bastante divergentes de lo que actualmente se considera la doctrina caraíta) que se negaban a la obediencia de las tradiciones rabínicas y declaraba el poder de cualquier judío a explicar y practicar los mandamientos bíblicos a su propio modo de ver, cada uno según sus capacidades.
Desarrollo
Después de la muerte de Anán ben David, el desarrollo de los caraítas se hace patente, alcanza popularidad e influencia extendiéndose fuera de la comunidad judía de Babilonia por Oriente Medio y en la misma Jerusalén, en esta ciudad se abre un centro caraíta importante. Los siglos IX y X experimenta su época dorada, período de rápido crecimiento. El proselitismo del judaísmo caraíta supuso una clara amenaza al judaísmo rabínico. Aunque hubo desacuerdos entre guías caraítas y no se reconocía a un líder en particular, el peligro vino de Saadia Gaon del judaísmo rabínico el cual comenzaría a derrotar a los caraítas con sus propias armas a saber: "la Ley escrita". Acabaría imponiéndose el judaísmo rabínico, a la manera de Saadia, pero el que daría el golpe mortal a este movimiento fue Maimónides, destacado talmudista del siglo XII, que debido a su eficiente erudición, actitud tolerante con los caraítas se ganó la admiración de éstos, cosa que hizo que se debilitase la posición de los líderes caraítas. Con el tiempo perderían fuerza modificando criterios y principios, en esencia perdieron el objetivo principal y se adaptaron en parte al judaísmo rabínico.
Algunos rasgos entre caraítas y rabinos
Los caraítas consideran sagradas a las 'Escrituras Hebreas', pero no las 'Tradiciones orales'; todo lo contrario de los rabinos, la Tradición en primer lugar las Escrituras secundario. Los caraítas dan lectura e interpretación personal a las Escrituras a diferencia de los rabinos.
Algunos ejemplos
Éxodo 23:19 dice: "No cocerás un cabrito en la leche de su madre".
Los caraítas entendían estas palabras al pie de la letra. Sin embargo los rabinos para este versículo entendían que hablaba de la prohibición de comer carne y leche juntas.
En Deuteronomio 6: 8, 9 los caraítas le daban a estos versículos el significado figurado y simbólico, sin embargo los rabinos afirmaban que los varones judíos debían llevar las Filacterias cuando oraban y tenían que colocar la Mezuzá en la jamba de su puerta.
El talmudismo usa como una de las especies de Sukot el etrog - ausente en Erretz Israel - mientras que los caraitas la vid.
Los caraitas solo cumplen con guardar las fiestas que la Torá escrita manda guardar, los rabanitas agregan las de su propia invención.
Para los caraitas es judío quien nace de padre judío - como objetivamente se traduce de la Torá escrita - mientras que el rabinismo promueve el concepto "vientre judío".
Historia
En el siglo VIII Anan ben David, un líder judío de la Mesopotamia, organizó a diversos elementos anti-talmúdicos y presionó al Califato para que estableciera una segunda organización autónoma de judíos en el exilio o Exilarcado para aquellos que rechazaban por completo el Talmud, y por ende a los rabanitas que lo imponían. Los musulmanes concedieron a Anán y sus partidarios la libertad religiosa para practicar el judaísmo a su modo. Reunió Anan en derredor suyo, a un amplio grupo de seguidores, quienes fueron conocidos como ananitas.
Poco tiempo después de la muerte de Anan, sus seguidores se fusionaron con otros grupos anti-talmúdicos y tomaron el nombre de "Seguidores de la Biblia", o en hebreo Benei Mikrá. Más tarde se abrevió a Qa'raím, o en castellano, "caraítas". En el siglo X el principal dirigente de judaísmo rabínico en el Oriente Medio, Sa'adiah Gaón, los excomulgó. Sin embargo, los caraítas se expandieron por Palestina, Siria y Egipto.
Algunos llegaron también a Al-Ándalus, parte meridional de la Península Ibérica de predominio musulmán durante la Edad Media. Desde el siglo IX floreció la comunidad caraíta de Jerusalén. Los cruzados los expulsaron y quemaron allí sus sinagogas en el 1099, pero fueron restauradas cuando la ciudad fue retomada por los musulmanes. Muchos caraítas se radicaron en el imperio jázaro, desde que a finales del siglo VIII el rey se convirtió al judaísmo. El número de judíos aumentó allí especialmente desde el 944 cuando el emperador de Bizancio pretendió obligar a los judíos a convertirse al cristianismo.
Tras la decadencia y desaparición de "Jazaria" en el siglo XI, el mayor número de caraítas se radicó en Crimea, de donde pasaron a Lituania y Polonia. Actualmente viven unos 50.000 adherentes al caraísmo. Cerca de 2.000 de ellos viven en Estados Unidos, la mayoría en Daly City, California. Actualmente la mayoría de los caraítas viven en Ramle, una pequeña ciudad al occidente de Tel Aviv, Israel, a donde llegaron procedentes de Egipto, Turquía, Rusia y el resto de Europa. Algunos residen en Ashdod y Be'er Sheva.
Doctrina
Los caraítas se guían solamente por una interpretación literal de la Biblia Hebrea y de la Ley Mosaica, rechazando innovaciones posteriores tales como la Ley Oral Rabínica. Rechazan la forma de judaísmo más practicada hoy día, que en sus tres corrientes se guía por el Talmud. Creen que "los talmudistas" adulteran el verdadero mensaje de las Escrituras Hebreas agregando las enseñanzas de los Rabinos que encontramos en el Talmud. Enfatizan en el mandato de Deuteronomio 4:2 No añadiréis a la palabra que yo os mando ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de YHWH, vuestro Dios, que yo os ordeno.
Consideran la era actual de la historia humana como el periodo del Gran Exilio. Interpretan que las Escrituras Hebreas describen esta era y predicen que en ella la nación de Israel abandonará el verdadero camino del Creador por la religión de fabricación humana. Dicen que los profetas enseñan que esta era acabará con el retorno de Israel al Creador bajo el liderazgo del ungido Rey de la Casa de David y con adopción de la religión de las Escrituras Hebreas por toda la raza humana.
El caraísmo no es una fe monolítica en la que cada creyente está de acuerdo en todos los detalles, pues el peso de la interpretación recae en el individuo y no en una autoridad central. Los caraítas mantienen que cada ser humano tiene la obligación de estudiar las Escrituras Hebreas y determinar por sí mismo el significado correcto de los mandamientos de Dios basándose en su propio razonamiento y entendimiento. A cada persona le exigen tomar responsabilidad personal en la interpretación de la Biblia hebrea pues es cada individuo quien va a ser llamado a dar cuenta de sus propias acciones en el Día de Juicio. Enseñan a investigar con cuidado las Escrituras sin confiar en la opinión de nadie y piensan que "aquel que se apoya en cualquiera de los maestros del Exilio sin investigación personal, es como si hubiera cometido dolatría".
Referencias
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Mourad el-Kodsi 1987: Karaite Jews of Egypt 2002: Just for the record in the history of the Karaite Jews of Egypt in modern times.
Nemoy, Leon 1987: Karaite Anthology ISBN 0-300-03929-8
Wieder, N. 1962: The Judean Scroll and Karaism; London, 1962.
Yaron, et. al. An Introduction to Karaite Judaism ISBN 0-9700775-4-8
De las doce tribus nos cuentan que diez se perdieron. Pero si leemos bien el Tanaj nos damos cuenta que Simeón y media tribu de Benjamín se asimilaron a Judá. Están también los descendientes de Levi, sean solo Levitas o Cohanim. De diez perdidas, ya solo nos faltan ocho por identificar. Nuestra apasionante historia y leyendas nos llevan a querer encontrarlas entre Falashas, o judíos de la montaña en Georgia y Azerbaiyán, entre los judíos kurdos, los Bene Menashe o Bene Israel en India y Burma y tantos otros grupos marginales.
Pero en realidad solo hay perdidas seis porque aun hoy viven entre nosotros un grupo de unas 750 personas que pertenecen mayoritariamente a las tribus de Menashe y Efraím, descendientes directos por vía paterna de José, el mismo de la manta multicolor y quien descifró los sueños del Faraón en Génesis. Hasta hace 40 anos también existía una familia descendiente de la otra mitad de la tribu de Benjamín. Y claro, entre ellos también hay Cohanim, de la tribu de Levi, descendientes de aquellos Cohanim cismáticos cuando Eli el sacerdote montó tienda aparte en Bet El. Me refiero a los Samaritanos quienes hoy viven en dos comunidades de igual tamaño: La de Holón que data de hace unos 80años, donde todos son ciudadanos israelíes y aceptados como judíos bajo la Ley de Retorno. Y está la de Kiriat Luza en las afueras de Nablus donde vivían por milenios y de donde tuvieron que emigrar recientemente por físico miedo a la violencia palestina. Ahí viven bajo protección israelí, administración palestina y como ciudadanos israelíes de religión “judía samaritana” cobijados bajo la misma Ley de Retorno, pero también gozando de ciudadanía palestina y jordana y teniendo participación en el Parlamento Palestino. ¿Confuso? Apasionante.
¿Los Samaritanos son judíos? No porque no descienden de Judá ni aceptan nuestra Tora. Además, no creen en el Tanaj ni mucho menos en el Talmud. Solo creen en la Torah, su Torah, una Torah casi idéntica a la nuestra salvo por casi 7.000 leves diferencias, la mayoría consistente en una letra o par conceptos repetidos. Diferencias leves salvo unas pocas fundamentales. Ellos consideran que la bendición de la primogenitura siguió la línea de José y por ende recayó en Menashe y Efraím. Creen que el monte de la Bendición es Gerizim y no Ebal y por ende fue ahí donde construyeron su Altar y donde según su leyenda se esconde aun hoy los Urim y Tumim, el Arca de la Ley con toda su parafernalia y las doce piedras con que Josué marco su entrada a la Tierra Prometida. Para ellos, el centro del mundo está ahí, en Gerizim, sobre cuyas faldas se edifico el Shejem bíblico, donde según ellos Abraham iba a sacarificar a Isaac. Creen que Jerusalem es anatema como lo son todos los profetas del Tanaj. Argumentan que nuestros Diez Mandamientos son en realidad nueve porque “Yo Soy” no es mandamiento sino una simple afirmación Divina. Para ellos, el verdadero décimo Mandamiento fue eliminado de nuestra versión y es el de construir un Altar en Gerizim. David y los Jasmoneos son sus declarados enemigos.
Los samaritanos siguen el concepto bíblico de las etapas de Fanuta o la época en que Dios estaría presente ante nosotros como lo estuvo hasta antes de llegar a la Tierra Prometida, y la subsiguiente época de Rahuta que comienza al final de Deuteronomio cuando Dios se frustra con nosotros y promete no volver a manifestarse ante nosotros hasta que llegue su tiempo, con su mesías o Taheb. Los samaritanos se llaman a sí mismos israelitas, hablan hebreo antiguo y lo escriben en ese tipo de caracteres y no en los nuestros de origen babilónico. Los llamamos Shomronim haciendo referencia a Shomron (Samaria), pero ellos dicen que el término se deriva de “Shomrei Haemet”, los Guardianes de la Verdad. Para ellos, somos nosotros los cismáticos, quienes adulteramos la Torah, quienes seguimos a unos profetas que decían hablar a nombre de Dios en épocas en que Dios dijo taxativamente que no hablaría con nosotros, quienes construimos todo un Templo y no un sencillo Altar, además de edificarlo en el lugar equivocado. Según ellos, por eso es que huimos desterrados de la Tierra Prometida, somos quienes les quitamos el rango a los Levitas y Cohanim, y en últimas somos quienes nos inventamos una retahíla de halajot heréticas.
Los samaritanos siguen únicamente las festividades de la Torah (sólo ayunan en Kipur y lo hacen todos ajeno a su edad; no celebran Tu Bishvat, ni Januka ni Purim). Como no viven en la diáspora, sus fiestas son de un solo día, cumplen estrictamente con el Kashrut y lo hacen igual que nosotros solo que no comen de nuestra shejitá porque nosotros no ofrendamos la pata delantera del animal sacrificado al Cohen Gadol. Ellos si tienen un Cohen Gadol que hereda su título tal cual lo prescribe la Torah y orgullosamente muestran un linaje de más de 160 generaciones que los llevan hasta Aarón. Heredan la religión por vía patrilineal como lo hacíamos otrora. Su año comienza el 1 de Nissan como debiera ser y el 1 de Tishrei solo conmemoran Iom Teruah, tal cual nos dicta la Torah.
Aun hoy, en Pesaj sacrifican el cordero pascual, se reúnen en familia y comen rápido porque rápido tuvimos que salir de Egipto. No tienen Hagadá ni hacen cenas largas. Los años no los cuentan desde la creación de Adán sino desde la entrada de las tribus a la Tierra Prometida, evento que argumentan tuvo lugar hace unos 3.650 años y no los 3.350 que reporta nuestra versión de los hechos. Sus shabatot son más lúgubres, al estilo tradicional karaíta. No tiene Bar-Mitzvot, no tienen tefilin, sus talitot y tsitsit son bien diferentes, las mezuzot no son pergaminos sino están escritas o talladas a la vista encima de los portones de las casas y hacen alusión a cualquier mitzvah de la Torah. La Estrella de David la asocian con David el malo; para ellos no hay nada más representativo que la Menorah de brazos redondeados como la de la Kneset. Siguen haciendo tres peregrinaciones anuales a Gerizim y ofrecen el diezmo a sus Cohanim. Las hierbas que usan en Sukot son las prescritas en la Torah y no las que usamos nosotros hoy, sus Sukot las hacen de la manera más colorida y espectacular pero dentro de la sala de sus casas a escondidas resultado de años de persecución por parte de bizantinos y musulmanes (y evidencia de que también han sabido interpretar y adaptar su Ley a las circunstancias). Hoy, el gran debate en su comunidad está en determinar si es permitido o no mantener conectado un aire acondicionado durante Shabat.
Como nosotros, reemplazaron los sacrificios por rezos (pero los dos de la Torah y no los tres que tenemos) y eventualmente aprendieron a encender velas en Shabat y a creer en la Resurrección. Al ser tan pocos hoy en día, aceptaron recientemente casarse con goyot pero no con goyim. Su absoluta fidelidad a la Tierra Prometida hizo que no salieran a exilios en los últimos 2.500 años lo que les ha costado haber sido fácilmente diezmados o forzados a convertirse. Tienen un archivo de más de 1.000 melodías (para mi gusto bastante monótonas y repetitivas) pero que sin duda manifiestan un origen musical muy antiguo. No tienen ningún código legal estilo el Talmud y apenas desarrollaron una incipiente legislación casuística y analítica lo que los hizo más fieles a su Torah pero más anacrónicos y anquilosados. Su historia no es ni remotamente tan documentada como la nuestra pero pueden acudir a evidencias propias y ajenas que cubren los últimos 2.700 años sea en textos o restos arqueológicos.
A los samaritanos los identificamos en nuestro Tanaj como aquellos remanentes del reino del norte quienes se asimilaron durante la época de la diáspora Asiria, quienes vivían y adoraban en zonas donde existieron múltiples altares a nuestro Dios, quienes nos “zapearon” ante los Persas cuando nos pusimos a construir una muralla defensiva alrededor de Jerusalem. Eran tan malos y heréticos para nosotros que hasta el mismo Jesús así los consideraba y se sorprendía al encontrar tan solo uno que fuera “bueno”. Alguna vez fueron un pueblo numeroso.
Sus registros hablan de haber sido más de un millón antes de que Bizancio los comenzara a exterminar. Hace cien años eran sólo 150 personas y hoy argumentan que buena parte de la población palestina es descendiente tanto de judíos como de samaritanos que fueron obligados a convertirse durante siglos de dominación islámica. Los pocos que quedaron son muy apegados a su tradición. Irónicamente, fue en el sionismo donde encontraron su salvación y la revitalización de su pueblo. Su población se ha quintuplicado pero siguen siendo muy pocos y por ende tanto judíos como palestinos se permiten protegerlos y buscan su amistad. Para quienes vivían en Holón, la guerra de los Seis Días fue casi profética en la medida que les permitió retornar a hacer su sacrificio pascual al monte Gerizim. Son a su manera “sionistas” decididos pero manejan una línea diplomática entre israelíes-judíos y palestinos-musulmanes. Su endogamia les ha generado un alto número de personas con problemas congénitos pero su nueva Halajá permitiendo la conversión de mujeres les ha oxigenado su sangre y multiplicado sus números. Su historia nos llena de lecciones y cuestionamientos.
Nos puede hacer reflexionar sobre el justo balance entre ley, patriotismo y practicidad ante la adversidad; sobre los extraños beneficios que puede traer la diáspora y lo importantísimo que puede ser la mentalidad talmúdica incluso para aquellos que no le quieren aceptar autoría Divina.
La existencia hoy de samaritanos nos lleva a reflexionar sobre nuestra historia como pueblo de Israel descendientes de la tribu de Judá exclusivamente, o como pueblo de Israel siendo una de 12 tribus, aceptando, discutiendo y analizando el curso que tomaron otras tribus y quienes se sienten fieles al mismo Dios y su Ley. En el proceso, nos invitan a reevaluar nuestro folklore y leyendas. Leer su Torah y ver la historia (nuestra historia) desde sus ojos son ejercicios que recomiendo inmensamente. Sus tradiciones, música, idioma y escritura son una inmejorable ventana a nuestro pasado. Quizás el presente de ellos es más fiel al mundo del pueblo de Israel de hace 2.500 o 3.000 años de lo que es hoy el nuestro. La forma en que como judíos o israelíes tratemos a esta minoría nos debe hacer reflexionar sobre la forma en que otros pueblos nos trataron en su momento y vice-versa. Son descendientes de Efraím y Menashe así sea por línea paterna, celosos de su condición de Pueblo Elegido y constituyen otro apasionante apéndice de nuestra historia.
Los buenos samaritanos.
De las doce tribus nos cuentan que diez se perdieron. Pero si leemos bien el Tanaj nos damos cuenta que Simeón y media tribu de Benjamín se asimilaron a Judá. Están también los descendientes de Levi, sean solo Levitas o Cohanim. De diez perdidas, ya solo nos faltan ocho por identificar. Nuestra apasionante historia y leyendas nos llevan a querer encontrarlas entre Falashas, o judíos de la montaña en Georgia y Azerbaiyán, entre los judíos kurdos, los Bene Menashe o Bene Israel en India y Burma y tantos otros grupos marginales.
Pero en realidad solo hay perdidas seis porque aun hoy viven entre nosotros un grupo de unas 750 personas que pertenecen mayoritariamente a las tribus de Menashe y Efraím, descendientes directos por vía paterna de José, el mismo de la manta multicolor y quien descifró los sueños del Faraón en Génesis. Hasta hace 40 anos también existía una familia descendiente de la otra mitad de la tribu de Benjamín. Y claro, entre ellos también hay Cohanim, de la tribu de Levi, descendientes de aquellos Cohanim cismáticos cuando Eli el sacerdote montó tienda aparte en Bet El. Me refiero a los Samaritanos quienes hoy viven en dos comunidades de igual tamaño: La de Holón que data de hace unos 80años, donde todos son ciudadanos israelíes y aceptados como judíos bajo la Ley de Retorno. Y está la de Kiriat Luza en las afueras de Nablus donde vivían por milenios y de donde tuvieron que emigrar recientemente por físico miedo a la violencia palestina. Ahí viven bajo protección israelí, administración palestina y como ciudadanos israelíes de religión “judía samaritana” cobijados bajo la misma Ley de Retorno, pero también gozando de ciudadanía palestina y jordana y teniendo participación en el Parlamento Palestino. ¿Confuso? Apasionante.
¿Los Samaritanos son judíos? No porque no descienden de Judá ni aceptan nuestra Tora. Además, no creen en el Tanaj ni mucho menos en el Talmud. Solo creen en la Torah, su Torah, una Torah casi idéntica a la nuestra salvo por casi 7.000 leves diferencias, la mayoría consistente en una letra o par conceptos repetidos. Diferencias leves salvo unas pocas fundamentales. Ellos consideran que la bendición de la primogenitura siguió la línea de José y por ende recayó en Menashe y Efraím. Creen que el monte de la Bendición es Gerizim y no Ebal y por ende fue ahí donde construyeron su Altar y donde según su leyenda se esconde aun hoy los Urim y Tumim, el Arca de la Ley con toda su parafernalia y las doce piedras con que Josué marco su entrada a la Tierra Prometida. Para ellos, el centro del mundo está ahí, en Gerizim, sobre cuyas faldas se edifico el Shejem bíblico, donde según ellos Abraham iba a sacarificar a Isaac. Creen que Jerusalem es anatema como lo son todos los profetas del Tanaj. Argumentan que nuestros Diez Mandamientos son en realidad nueve porque “Yo Soy” no es mandamiento sino una simple afirmación Divina. Para ellos, el verdadero décimo Mandamiento fue eliminado de nuestra versión y es el de construir un Altar en Gerizim. David y los Jasmoneos son sus declarados enemigos.
Los samaritanos siguen el concepto bíblico de las etapas de Fanuta o la época en que Dios estaría presente ante nosotros como lo estuvo hasta antes de llegar a la Tierra Prometida, y la subsiguiente época de Rahuta que comienza al final de Deuteronomio cuando Dios se frustra con nosotros y promete no volver a manifestarse ante nosotros hasta que llegue su tiempo, con su mesías o Taheb. Los samaritanos se llaman a sí mismos israelitas, hablan hebreo antiguo y lo escriben en ese tipo de caracteres y no en los nuestros de origen babilónico. Los llamamos Shomronim haciendo referencia a Shomron (Samaria), pero ellos dicen que el término se deriva de “Shomrei Haemet”, los Guardianes de la Verdad. Para ellos, somos nosotros los cismáticos, quienes adulteramos la Torah, quienes seguimos a unos profetas que decían hablar a nombre de Dios en épocas en que Dios dijo taxativamente que no hablaría con nosotros, quienes construimos todo un Templo y no un sencillo Altar, además de edificarlo en el lugar equivocado. Según ellos, por eso es que huimos desterrados de la Tierra Prometida, somos quienes les quitamos el rango a los Levitas y Cohanim, y en últimas somos quienes nos inventamos una retahíla de halajot heréticas.
Los samaritanos siguen únicamente las festividades de la Torah (sólo ayunan en Kipur y lo hacen todos ajeno a su edad; no celebran Tu Bishvat, ni Januka ni Purim). Como no viven en la diáspora, sus fiestas son de un solo día, cumplen estrictamente con el Kashrut y lo hacen igual que nosotros solo que no comen de nuestra shejitá porque nosotros no ofrendamos la pata delantera del animal sacrificado al Cohen Gadol. Ellos si tienen un Cohen Gadol que hereda su título tal cual lo prescribe la Torah y orgullosamente muestran un linaje de más de 160 generaciones que los llevan hasta Aarón. Heredan la religión por vía patrilineal como lo hacíamos otrora. Su año comienza el 1 de Nissan como debiera ser y el 1 de Tishrei solo conmemoran Iom Teruah, tal cual nos dicta la Torah.
Aun hoy, en Pesaj sacrifican el cordero pascual, se reúnen en familia y comen rápido porque rápido tuvimos que salir de Egipto. No tienen Hagadá ni hacen cenas largas. Los años no los cuentan desde la creación de Adán sino desde la entrada de las tribus a la Tierra Prometida, evento que argumentan tuvo lugar hace unos 3.650 años y no los 3.350 que reporta nuestra versión de los hechos. Sus shabatot son más lúgubres, al estilo tradicional karaíta. No tiene Bar-Mitzvot, no tienen tefilin, sus talitot y tsitsit son bien diferentes, las mezuzot no son pergaminos sino están escritas o talladas a la vista encima de los portones de las casas y hacen alusión a cualquier mitzvah de la Torah. La Estrella de David la asocian con David el malo; para ellos no hay nada más representativo que la Menorah de brazos redondeados como la de la Kneset. Siguen haciendo tres peregrinaciones anuales a Gerizim y ofrecen el diezmo a sus Cohanim. Las hierbas que usan en Sukot son las prescritas en la Torah y no las que usamos nosotros hoy, sus Sukot las hacen de la manera más colorida y espectacular pero dentro de la sala de sus casas a escondidas resultado de años de persecución por parte de bizantinos y musulmanes (y evidencia de que también han sabido interpretar y adaptar su Ley a las circunstancias). Hoy, el gran debate en su comunidad está en determinar si es permitido o no mantener conectado un aire acondicionado durante Shabat.
Como nosotros, reemplazaron los sacrificios por rezos (pero los dos de la Torah y no los tres que tenemos) y eventualmente aprendieron a encender velas en Shabat y a creer en la Resurrección. Al ser tan pocos hoy en día, aceptaron recientemente casarse con goyot pero no con goyim. Su absoluta fidelidad a la Tierra Prometida hizo que no salieran a exilios en los últimos 2.500 años lo que les ha costado haber sido fácilmente diezmados o forzados a convertirse. Tienen un archivo de más de 1.000 melodías (para mi gusto bastante monótonas y repetitivas) pero que sin duda manifiestan un origen musical muy antiguo. No tienen ningún código legal estilo el Talmud y apenas desarrollaron una incipiente legislación casuística y analítica lo que los hizo más fieles a su Torah pero más anacrónicos y anquilosados. Su historia no es ni remotamente tan documentada como la nuestra pero pueden acudir a evidencias propias y ajenas que cubren los últimos 2.700 años sea en textos o restos arqueológicos.
A los samaritanos los identificamos en nuestro Tanaj como aquellos remanentes del reino del norte quienes se asimilaron durante la época de la diáspora Asiria, quienes vivían y adoraban en zonas donde existieron múltiples altares a nuestro Dios, quienes nos “zapearon” ante los Persas cuando nos pusimos a construir una muralla defensiva alrededor de Jerusalem. Eran tan malos y heréticos para nosotros que hasta el mismo Jesús así los consideraba y se sorprendía al encontrar tan solo uno que fuera “bueno”. Alguna vez fueron un pueblo numeroso.
Sus registros hablan de haber sido más de un millón antes de que Bizancio los comenzara a exterminar. Hace cien años eran sólo 150 personas y hoy argumentan que buena parte de la población palestina es descendiente tanto de judíos como de samaritanos que fueron obligados a convertirse durante siglos de dominación islámica. Los pocos que quedaron son muy apegados a su tradición. Irónicamente, fue en el sionismo donde encontraron su salvación y la revitalización de su pueblo. Su población se ha quintuplicado pero siguen siendo muy pocos y por ende tanto judíos como palestinos se permiten protegerlos y buscan su amistad. Para quienes vivían en Holón, la guerra de los Seis Días fue casi profética en la medida que les permitió retornar a hacer su sacrificio pascual al monte Gerizim. Son a su manera “sionistas” decididos pero manejan una línea diplomática entre israelíes-judíos y palestinos-musulmanes. Su endogamia les ha generado un alto número de personas con problemas congénitos pero su nueva Halajá permitiendo la conversión de mujeres les ha oxigenado su sangre y multiplicado sus números. Su historia nos llena de lecciones y cuestionamientos.Nos puede hacer reflexionar sobre el justo balance entre ley, patriotismo y practicidad ante la adversidad; sobre los extraños beneficios que puede traer la diáspora y lo importantísimo que puede ser la mentalidad talmúdica incluso para aquellos que no le quieren aceptar autoría Divina.
La existencia hoy de samaritanos nos lleva a reflexionar sobre nuestra historia como pueblo de Israel descendientes de la tribu de Judá exclusivamente, o como pueblo de Israel siendo una de 12 tribus, aceptando, discutiendo y analizando el curso que tomaron otras tribus y quienes se sienten fieles al mismo Dios y su Ley. En el proceso, nos invitan a reevaluar nuestro folklore y leyendas. Leer su Torah y ver la historia (nuestra historia) desde sus ojos son ejercicios que recomiendo inmensamente. Sus tradiciones, música, idioma y escritura son una inmejorable ventana a nuestro pasado. Quizás el presente de ellos es más fiel al mundo del pueblo de Israel de hace 2.500 o 3.000 años de lo que es hoy el nuestro. La forma en que como judíos o israelíes tratemos a esta minoría nos debe hacer reflexionar sobre la forma en que otros pueblos nos trataron en su momento y vice-versa. Son descendientes de Efraím y Menashe así sea por línea paterna, celosos de su condición de Pueblo Elegido y constituyen otro apasionante apéndice de nuestra historia.
Fuente: CAIV
Kenesa caraíta de Vilnius
"¿En qué difiere una creación humana de la Creación Divina? Cuando el hombre crea, lo hace siguiendo un molde; todas las piezas salen exactamente iguales entre sí. Cuando Dios crea - aún utilizando un mismo molde - cada pieza es diferente de las demás. Paradigma de ello es la Creación del hombre... de los hombres". Midrash.
"Cierto día, Moshé Rabenu quiso constatar qué habían hecho los hijos de Israel con la Torá que Dios les había entregado por su intermedio. Bajó del cielo y fue de incógnito a la Yeshivá de Rabí Akiva. Cuando Rabi Akiva comenzó con su enseñanza del día, Moshé Rabenu se percató de que no entendía ni una palabra de lo que estaba en juego en ella". El Talmud de Babilonia.
Del Talmúdico.
Digámoslo sin cortapisas: el Judaísmo jamás ha sido monolítico ni dogmático. Cada quien fue, es y será creado según un mismo molde humano; pero cada uno es diferente a los demás, y ve las cosas de manera diferente. Por otra parte, el Judaísmo ha ido evolucionando a través de la Historia y de la Geografía, y precisamente esa evolución incesante - esa plasticidad, esa elasticidad - es lo que le ha permitido subsistir, adaptándose creativa y activamente a cada momento histórico y a cada rincón geográfico. "Shivim panim laTorá" ("Setenta rostros tiene la Torá"), enseña el Talmud. Hay, en efecto, incontables formas distintas - "Setenta" es la expresión habitual de nuestros Sabios para designar lo incontable - de considerar la Torá.
No sólo hay distintas corrientes en el Judaísmo de hoy. En su época descollaron las escuelas de Hillel y Shamai, por ejemplo, que divergían entre sí acerca de numerosos tópicos mayores. Ambas se confrontaban en el estudio y en las conclusiones subsecuentes, pero siempre dentro de un marco de hondo y genuino respeto - y hasta de admiración de la una por la otra. Ambas eran conscientes de sus diferencias; pero enriquecían su saber en la confrontación de sus ideas; no lo empobrecían mediante la descalificación recíproca y vana.
Sin considerar por el momento al sector profano, secular o laico - ampliamente mayoritario en la Judeidad contemporánea -, ni al sector jasídico, podemos distinguir cuatro corrientes principales en el océano del Judaísmo que denominamos rabí- talmudismo:
1) Ortodoxia;
2) Reformismo (Judaísmo Liberal; Judaísmo Profético);
3) Conservadorismo (Judaísmo Masortí; Judaísmo Histórico), y
4) Reconstruccionismo.
El orden de este listado responde a su aparición cronológica; de ninguna manera a su importancia o al número de sus adeptos. Dentro de cada una de estas corrientes existe a su vez una gama de subcorrientes, desde las más liberales hasta las más radicales - o, para utilizar un lenguaje más habitual, desde la izquierda hasta la derecha.
La Ortodoxia
La Ortodoxia es terminante: el Judaísmo se basa en la Torá (oral y escrita), Palabra Divina e inmutable, entregada por Dios en el Monte Sinaí a los Hijos de Israel. El cumplimiento de las mitzvot (los preceptos) es exhaustivo y obligatorio. No hay lugar para modificaciones; sí para interpretaciones de ciertas autoridades rabínicas aceptadas por el pueblo. La Halajá es el camino, el eje excluyente de la vida judía. Todo judío está obligado a observar todas las mitzvot, y no está en condiciones de decidir o elegir cuál mitzvá ha de observar y cuál no.
La Tefilá (conjunto de plegarias y oraciones) ha de expresarse en hebreo, Lashón haKodesh (Lengua Sagrada). La pronunciación es de la mayor importancia.
En la sinagoga, varones y mujeres están totalmente separados, en ámbitos diferentes —divididos por cortinas, verjas, paredes o niveles.
En los servicios no se utilizan instrumentos (o grabaciones) musicales ni micrófonos (aun cuando éstos estén encendidos desde antes de comenzar el Shabat o la Festividad, por ejemplo), aunque sí puede recurrirse a un jazán (cantor litúrgico, varón) y a conjuntos corales (formados sólo por varones). Las mujeres no participan en la liturgia sinagogal; no cuentan para formar un minián, ni para dirigir un servicio, ni como testigos.
Algunos miembros de ciertos movimientos ortodoxos mantienen la indumentaria tradicional (a veces medieval) de sus antecesores.
La Ortodoxia (aún a pesar de su evidente y vital heterogeneidad intrínseca) sostiene que su forma de considerar y vivir el Judaísmo es la única verdadera. No reconoce, pues, bodas ni conversiones practicadas por los otras corrientes o movimientos no-ortodoxos. Sus cultores suponen que, si algo cambia, todo habrá de sufrir cambios desnaturalizantes luego. Y que, si se empieza por abandonar la observancia de alguna mitzvá, se terminará por descuidar todas las mitzvot.
El Movimiento Reformista
Comenzó a gestarse en la Alemania del siglo XIX, como reacción a lo que sus impulsores consideraban el implacable radicalismo ortodoxo.
Las ideas de la Reforma judaica surgen en la llamada Primavera de las Naciones, durante la Emancipación europea. Las murallas de los ghettos se derrumbaron, y los judíos se vieron aceptados en la sociedad global, de la que asimilaron sus costumbres. Comenzaron los planteos: ¿cómo asistir a una reunión y ofender al anfitrión negándose a tomar comida no necesariamente kasher? Así, de la mano de Moisés Mendelsohn, se llegó a adoptar la norma de guardar las normas judaicas en la casa, y seguir las de la sociedad general fuera de ella; "ser judío en el hogar y gentil en la calle". Los cambios promovidos por la Reforma Judía obedecieron, pues, a la necesidad percibida de adecuarse a la sociedad general. Así fueron siendo abandonadas las leyes de la Kashrut, el Brit Milá, el uso de la kipá y del talit en la sinagoga y otras, aunque muchas de ellas, en mayor o menor grado, fueron luego retomadas.
En los servicios litúrgicos reformistas, mujeres y varones comparten un espacio común, no dividido; utilizan para las oraciones el idioma del país junto al hebreo. Las mujeres tienen los mismos derechos y obligaciones rituales que los varones, de manera que existen rabaniot (rabinas) y jazaniot (cantoras litúrgicas).
El Movimiento Reformista introdujo el sermón semanal y el uso de la toga para rabinos/as y jazanim/iot. También hizo del estudio un derecho una obligación tanto para la mujer como para el varón. Las ceremonias de Bar - y Bat Mitzvá son exactamente iguales; tanto el varón como la mujer pueden dirigir indistintamente el servicio religioso y ser llamados a la lectura de la Torá, marcando con ello su iniciación en las obligaciones rituales. Para promover el estudio de los jóvenes instituye la ceremonia de la Confirmación un par de años después de haber celebrado el Bar o Bat Mitzvá.
El principio filosófico-teológico de la Reforma judaica es que la Torá no reviste carácter divino; la Ley fue desarrollada por el hombre, primeramente a través de los usos y costumbres, y luego sobrevino su establecimiento por escrito; es a posteriori que la Torá se torna sagrada. Este concepto otorga la libertad de introducir cambios en la Halajá y en la práctica. Se acepta una total autonomía individual; de hecho cada quien decide qué clase de Judaísmo ha de seguir, cuáles mitzvot observará y cuáles no. Los cambios en la Halajá y en la práctica responden a la necesidad de actualizar la religión y adecuarla al mundo moderno, sin ninguna otra razón o particularidad. Se distingue entre mitzvot rituales y éticas, y se priorizan netamente estas últimas.
El Movimiento Reformista pone el acento en el comportamiento ético de las personas, por sobre leyes y rituales, y por ello adopta también el nombre de Judaísmo Profético.
El Movimiento Conservador
Nació en los Estados Unidos de Norteamérica como reacción a lo que se consideraron concesiones excesivas del Movimiento Reformista a los requerimientos de la Modernidad.
Su filosofía se basa en lo que se denomina Judaísmo Histórico Positivo. Se consideran positivos la evolución y los eventuales cambios que acarrea, a fin de adecuar el Judaísmo al mundo actual, respondiendo así a las necesidades espirituales, emocionales e intelectuales de la Judeidad contemporánea.
Desde su perspectiva teológica, considera que la Torá fue escrita por hombres bajo inspiración divina, y que constituye la base fundamental del Judaísmo; puede considerar modificaciones, especialmente en lo que a ritual se refiere, pero las mitzvot éticas, en general, se mantienen inalterables y con plena vigencia en todos los tiempos.
El Movimiento Conservador responde a la Halajá, pero ésta debe ser refrendada por los rabinos y las congregaciones que lo integran. Ante una eventual modificación se somete el tema a una comisión del Comité de Halajá, que lo estudia y se remonta a los orígenes y a la evolución de la norma involucrada; luego la comisión eleva un informe y recomendaciones al Comité de Halajá; el cual, a su vez, somete el tema a la consideración de todos los rabinos del Movimiento en su Asamblea Anual; éstos se pronuncian al respecto, y el pronunciamiento debe, a su vez ser aceptado y refrendado por cada congregación para ser finalmente aceptado como Halajá.
El cumplimiento de las mitzvot es nuclear, especialmente Kashrut, Tefilá, Shabat y Festividades. Las mitzvot éticas o de comportamiento, empero, prevalecen por sobre sobre las rituales, y son consideradas como el fundamento del Judaísmo, mientras que las mitzvot rituales harían a la estética del mismo, otorgando el sentimiento de belleza y de apego a la vida y al culto judaicos.
Mujeres y varones comparten un ámbito sinagogal común; en muchas congregaciones se ha impuesto el concepto de Sinagoga o Congregación Igualitaria, en las que varones y mujeres comparten por igual derechos y obligaciones rituales. Hay rabaniot y jazaniot, aunque cada congregación se guarda el derecho de aceptar la igualdad o mantenerse en la diferenciación tradicional.
Los servicios integran, en ciertas congregaciones (no en otras), música instrumental y coros mixtos; la Tefilá se expresa tanto en hebreo como en el idioma habitual de la congregación.
El Movimiento Conservador entiende al Judaísmo como una forma de vida, una cultura con todas las características propias de la misma, y también como una civilización evolutiva, según el concepto expresado por Rav Mordejai Kaplan para el Reconstruccionismo (ver luego). Se busca armonizar el Judaísmo Tradicional y la Cultura Judía con las demandas de los saberes y conocimientos contemporáneos. Se entiende que religión, ciencia, judaísmo y modernidad deben marchar de la mano, para responder a las necesidades y exigencias espirituales, emotivas e intelectuales del judío de hoy.
El Movimiento Reconstruccionista
Es el más reciente; tuvo su origen y desarrollo en los Estados Unidos, y su padre indiscutido fue el Rabino Mordejai Kaplan (1881-1983).
El Judaísmo sería una "civilización religiosa evolutiva o progresiva de la Judeidad —arte, historia, cultura, literatura, música, idiomas, costumbres, leyes, comunidad, etc.—, dotada de todos los elementos que conforman una civilización." Se enfatiza muy especialmente el valor de lo comunitario, siendo cada comunidad la que decide, a través de sus miembros, acerca de su judaicidad.
El Reconstruccionismo rechaza tajantemente el concepto de Pueblo Elegido, tildándolo de arrogancia inaceptable, fomento irracional e ilógico del antijudaísmo. En el Sidur Reconstruccionista se omite toda referencia al "Pueblo Elegido".
Considera a Dios como el "término que usamos para referirnos a los altos ideales y valores a los que dedicamos nuestras vidas". Dios no es un ente externo que actúa por encima del sujeto humano, sino más bien una fuerza que lo atraviesa.
Rav Kaplan introdujo en el ritual la ceremonia de Bat Mitzvá, que después adoptaron reformistas y conservadores. La Tefilá se expresa tanto en el idioma habitual de la congregación como en hebreo. La igualdad ritual entre hombres y mujeres es total y definitoria. El Reconstruccionismo considera que la Tefilá es para unir a los judíos en un sólido sentimiento comunitario. Con respecto al Estado de Israel, sostiene que es la patria espiritual e histórica de la Judeidad como civilización. Considera que el Judaísmo debe evolucionar para responder a las necesidades y requerimientos de hoy, y que es responsabilidad de cada judío participar plenamente en este proceso.
Entre las instituciones relevantes del Reconstruccionismo (luego adoptadas por las otras tres corrientes) se cuentan las javurot, grupos primarios de base, inicialmente formados para colmar alguna expectativa o necesidad percibida en la vida judía por sus propios integrantes —estudio, plegaria, celebración, comunidad o acción social judía. Su forma singular, la javurá, correspondería al inglés membership.
El ideal del Movimiento Reconstruccionista es un modelo de democracia pluralista, donde cada judío y cada Comunidad provea a sus necesidades espirituales, emocionales, físicas y educativas.
Síntesis
Los judíos creyentes y a la vez esclarecidos han ido adoptando en sus vidas elementos de cada uno de los movimientos citados. Como seres inteligentes y pensantes buscan lo mejor para sí; y en esa búsqueda sintetizan diversos aspectos de cada una de esas corrientes del pensamiento judío religioso. A pesar de las diferencias, sienten que forman parte de un todo (que también incluye a los movimientos jasídicos y a los no-creyentes) que se denominan AM ISRAEL. Como partes de ese todo, y aunque partiendo de diferentes perspectivas, adoptan como consigna el convencer en lugar de imponer, y como principio el respeto por los demás, sus ideas y su forma peculiar y distintiva de ver las cosas. Sólo así es posible aprender de las diferencias y enriquecer la vida espiritual, afectiva e intelectual.
Del no talmúdico.
Caraísmo
El caraísmo proviene del término hebreo bené mikrá, que significa "Seguidores (o 'lectores') de la Escritura".
"Escudriñad a fondo la Torá [Ley escrita de Dios] y no confiéis en mi opinión", estas palabras las mencionó Anán ben David, judío secesionista que proclamaba el derecho de todo judío a estudiar las Escrituras Hebreas de un modo libre, sin tener en cuenta la interpretación rabínica ni el Talmud; debido al énfasis que le daban a las Escrituras, se les llamó desde el siglo VIII "Qara'ìm" (en hebreo "lectores") a los seguidores de Anán, que se oponían a la autoridad religiosa de los rabinos y a sus creencias.
1 Inicio de la controversia
2 Desarrollo
3 Algunos rasgos entre caraítas y rabinos
4 Historia
5 Doctrina
6 Referencias
Inicio de la controversia
Dentro del judaísmo de la Diáspora babilónica de la época talmúdica surgió una nueva filosofía. La idea siempre había sido que Dios había dado dos Leyes (Torá) en el Sinaí una Oral y otra Escrita. Ya durante la época del Segundo Templo de Jerusalén aparecieron sectas (los Saduceos y los Esenios), que iban en contra de las enseñanzas de los Prushim (Fariseos), que eran considerados como la corriente ortodoxa, en cuestión del valor divino de la Ley Oral, pero con la destrucción del Templo, las sectas heterodoxas desaparecieron.
El Caraísmo apareció en el siglo VIII, con la figura de Anán ben David. Anán procedía de una familia noble judía, descendientes del Rey David, y por ello aspiraba al título de 'Jefe de la Diáspora', que le fue negado. Desde aquel momento se convirtió en el líder del movimiento heterodoxo que predicaba que la Ley (Torá) Oral no era palabra divina. Escribió un Libro de los Mandamientos en el cual concentraba sus ideas y enseñanzas (bastante divergentes de lo que actualmente se considera la doctrina caraíta) que se negaban a la obediencia de las tradiciones rabínicas y declaraba el poder de cualquier judío a explicar y practicar los mandamientos bíblicos a su propio modo de ver, cada uno según sus capacidades.
Desarrollo
Después de la muerte de Anán ben David, el desarrollo de los caraítas se hace patente, alcanza popularidad e influencia extendiéndose fuera de la comunidad judía de Babilonia por Oriente Medio y en la misma Jerusalén, en esta ciudad se abre un centro caraíta importante. Los siglos IX y X experimenta su época dorada, período de rápido crecimiento. El proselitismo del judaísmo caraíta supuso una clara amenaza al judaísmo rabínico. Aunque hubo desacuerdos entre guías caraítas y no se reconocía a un líder en particular, el peligro vino de Saadia Gaon del judaísmo rabínico el cual comenzaría a derrotar a los caraítas con sus propias armas a saber: "la Ley escrita". Acabaría imponiéndose el judaísmo rabínico, a la manera de Saadia, pero el que daría el golpe mortal a este movimiento fue Maimónides, destacado talmudista del siglo XII, que debido a su eficiente erudición, actitud tolerante con los caraítas se ganó la admiración de éstos, cosa que hizo que se debilitase la posición de los líderes caraítas. Con el tiempo perderían fuerza modificando criterios y principios, en esencia perdieron el objetivo principal y se adaptaron en parte al judaísmo rabínico.
Algunos rasgos entre caraítas y rabinos
Los caraítas consideran sagradas a las 'Escrituras Hebreas', pero no las 'Tradiciones orales'; todo lo contrario de los rabinos, la Tradición en primer lugar las Escrituras secundario. Los caraítas dan lectura e interpretación personal a las Escrituras a diferencia de los rabinos.
Algunos ejemplos
Éxodo 23:19 dice: "No cocerás un cabrito en la leche de su madre".
Los caraítas entendían estas palabras al pie de la letra. Sin embargo los rabinos para este versículo entendían que hablaba de la prohibición de comer carne y leche juntas.
En Deuteronomio 6: 8, 9 los caraítas le daban a estos versículos el significado figurado y simbólico, sin embargo los rabinos afirmaban que los varones judíos debían llevar las Filacterias cuando oraban y tenían que colocar la Mezuzá en la jamba de su puerta.
El talmudismo usa como una de las especies de Sukot el etrog - ausente en Erretz Israel - mientras que los caraitas la vid.
Los caraitas solo cumplen con guardar las fiestas que la Torá escrita manda guardar, los rabanitas agregan las de su propia invención.
Para los caraitas es judío quien nace de padre judío - como objetivamente se traduce de la Torá escrita - mientras que el rabinismo promueve el concepto "vientre judío".
Historia
En el siglo VIII Anan ben David, un líder judío de la Mesopotamia, organizó a diversos elementos anti-talmúdicos y presionó al Califato para que estableciera una segunda organización autónoma de judíos en el exilio o Exilarcado para aquellos que rechazaban por completo el Talmud, y por ende a los rabanitas que lo imponían. Los musulmanes concedieron a Anán y sus partidarios la libertad religiosa para practicar el judaísmo a su modo. Reunió Anan en derredor suyo, a un amplio grupo de seguidores, quienes fueron conocidos como ananitas.
Poco tiempo después de la muerte de Anan, sus seguidores se fusionaron con otros grupos anti-talmúdicos y tomaron el nombre de "Seguidores de la Biblia", o en hebreo Benei Mikrá. Más tarde se abrevió a Qa'raím, o en castellano, "caraítas". En el siglo X el principal dirigente de judaísmo rabínico en el Oriente Medio, Sa'adiah Gaón, los excomulgó. Sin embargo, los caraítas se expandieron por Palestina, Siria y Egipto.
Algunos llegaron también a Al-Ándalus, parte meridional de la Península Ibérica de predominio musulmán durante la Edad Media. Desde el siglo IX floreció la comunidad caraíta de Jerusalén. Los cruzados los expulsaron y quemaron allí sus sinagogas en el 1099, pero fueron restauradas cuando la ciudad fue retomada por los musulmanes. Muchos caraítas se radicaron en el imperio jázaro, desde que a finales del siglo VIII el rey se convirtió al judaísmo. El número de judíos aumentó allí especialmente desde el 944 cuando el emperador de Bizancio pretendió obligar a los judíos a convertirse al cristianismo.
Tras la decadencia y desaparición de "Jazaria" en el siglo XI, el mayor número de caraítas se radicó en Crimea, de donde pasaron a Lituania y Polonia. Actualmente viven unos 50.000 adherentes al caraísmo. Cerca de 2.000 de ellos viven en Estados Unidos, la mayoría en Daly City, California. Actualmente la mayoría de los caraítas viven en Ramle, una pequeña ciudad al occidente de Tel Aviv, Israel, a donde llegaron procedentes de Egipto, Turquía, Rusia y el resto de Europa. Algunos residen en Ashdod y Be'er Sheva.
Doctrina
Los caraítas se guían solamente por una interpretación literal de la Biblia Hebrea y de la Ley Mosaica, rechazando innovaciones posteriores tales como la Ley Oral Rabínica. Rechazan la forma de judaísmo más practicada hoy día, que en sus tres corrientes se guía por el Talmud. Creen que "los talmudistas" adulteran el verdadero mensaje de las Escrituras Hebreas agregando las enseñanzas de los Rabinos que encontramos en el Talmud. Enfatizan en el mandato de Deuteronomio 4:2 No añadiréis a la palabra que yo os mando ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de YHWH, vuestro Dios, que yo os ordeno.
Consideran la era actual de la historia humana como el periodo del Gran Exilio. Interpretan que las Escrituras Hebreas describen esta era y predicen que en ella la nación de Israel abandonará el verdadero camino del Creador por la religión de fabricación humana. Dicen que los profetas enseñan que esta era acabará con el retorno de Israel al Creador bajo el liderazgo del ungido Rey de la Casa de David y con adopción de la religión de las Escrituras Hebreas por toda la raza humana.
El caraísmo no es una fe monolítica en la que cada creyente está de acuerdo en todos los detalles, pues el peso de la interpretación recae en el individuo y no en una autoridad central. Los caraítas mantienen que cada ser humano tiene la obligación de estudiar las Escrituras Hebreas y determinar por sí mismo el significado correcto de los mandamientos de Dios basándose en su propio razonamiento y entendimiento. A cada persona le exigen tomar responsabilidad personal en la interpretación de la Biblia hebrea pues es cada individuo quien va a ser llamado a dar cuenta de sus propias acciones en el Día de Juicio. Enseñan a investigar con cuidado las Escrituras sin confiar en la opinión de nadie y piensan que "aquel que se apoya en cualquiera de los maestros del Exilio sin investigación personal, es como si hubiera cometido dolatría".
Referencias
Astren, Fred Karaite Judaism and Historical Understanding ISBN 1-57003-518-0 Lasker, Daniel J. The Dead Sea Scrolls in the Historiography and Self-Image of Contemporary Karaites Dead Sea Discoveries, Nov 2002,
Vol. 9 Issue 3, p. 281, 14p-294; DOI: 10.1163/156851702320917832; (AN8688101)
Mourad el-Kodsi 1987: Karaite Jews of Egypt 2002: Just for the record in the history of the Karaite Jews of Egypt in modern times.
Nemoy, Leon 1987: Karaite Anthology ISBN 0-300-03929-8
Wieder, N. 1962: The Judean Scroll and Karaism; London, 1962.
Yaron, et. al. An Introduction to Karaite Judaism ISBN 0-9700775-4-8
De las doce tribus nos cuentan que diez se perdieron. Pero si leemos bien el Tanaj nos damos cuenta que Simeón y media tribu de Benjamín se asimilaron a Judá. Están también los descendientes de Levi, sean solo Levitas o Cohanim. De diez perdidas, ya solo nos faltan ocho por identificar. Nuestra apasionante historia y leyendas nos llevan a querer encontrarlas entre Falashas, o judíos de la montaña en Georgia y Azerbaiyán, entre los judíos kurdos, los Bene Menashe o Bene Israel en India y Burma y tantos otros grupos marginales.
Pero en realidad solo hay perdidas seis porque aun hoy viven entre nosotros un grupo de unas 750 personas que pertenecen mayoritariamente a las tribus de Menashe y Efraím, descendientes directos por vía paterna de José, el mismo de la manta multicolor y quien descifró los sueños del Faraón en Génesis. Hasta hace 40 anos también existía una familia descendiente de la otra mitad de la tribu de Benjamín. Y claro, entre ellos también hay Cohanim, de la tribu de Levi, descendientes de aquellos Cohanim cismáticos cuando Eli el sacerdote montó tienda aparte en Bet El. Me refiero a los Samaritanos quienes hoy viven en dos comunidades de igual tamaño: La de Holón que data de hace unos 80años, donde todos son ciudadanos israelíes y aceptados como judíos bajo la Ley de Retorno. Y está la de Kiriat Luza en las afueras de Nablus donde vivían por milenios y de donde tuvieron que emigrar recientemente por físico miedo a la violencia palestina. Ahí viven bajo protección israelí, administración palestina y como ciudadanos israelíes de religión “judía samaritana” cobijados bajo la misma Ley de Retorno, pero también gozando de ciudadanía palestina y jordana y teniendo participación en el Parlamento Palestino. ¿Confuso? Apasionante.
¿Los Samaritanos son judíos? No porque no descienden de Judá ni aceptan nuestra Tora. Además, no creen en el Tanaj ni mucho menos en el Talmud. Solo creen en la Torah, su Torah, una Torah casi idéntica a la nuestra salvo por casi 7.000 leves diferencias, la mayoría consistente en una letra o par conceptos repetidos. Diferencias leves salvo unas pocas fundamentales. Ellos consideran que la bendición de la primogenitura siguió la línea de José y por ende recayó en Menashe y Efraím. Creen que el monte de la Bendición es Gerizim y no Ebal y por ende fue ahí donde construyeron su Altar y donde según su leyenda se esconde aun hoy los Urim y Tumim, el Arca de la Ley con toda su parafernalia y las doce piedras con que Josué marco su entrada a la Tierra Prometida. Para ellos, el centro del mundo está ahí, en Gerizim, sobre cuyas faldas se edifico el Shejem bíblico, donde según ellos Abraham iba a sacarificar a Isaac. Creen que Jerusalem es anatema como lo son todos los profetas del Tanaj. Argumentan que nuestros Diez Mandamientos son en realidad nueve porque “Yo Soy” no es mandamiento sino una simple afirmación Divina. Para ellos, el verdadero décimo Mandamiento fue eliminado de nuestra versión y es el de construir un Altar en Gerizim. David y los Jasmoneos son sus declarados enemigos.
Los samaritanos siguen el concepto bíblico de las etapas de Fanuta o la época en que Dios estaría presente ante nosotros como lo estuvo hasta antes de llegar a la Tierra Prometida, y la subsiguiente época de Rahuta que comienza al final de Deuteronomio cuando Dios se frustra con nosotros y promete no volver a manifestarse ante nosotros hasta que llegue su tiempo, con su mesías o Taheb. Los samaritanos se llaman a sí mismos israelitas, hablan hebreo antiguo y lo escriben en ese tipo de caracteres y no en los nuestros de origen babilónico. Los llamamos Shomronim haciendo referencia a Shomron (Samaria), pero ellos dicen que el término se deriva de “Shomrei Haemet”, los Guardianes de la Verdad. Para ellos, somos nosotros los cismáticos, quienes adulteramos la Torah, quienes seguimos a unos profetas que decían hablar a nombre de Dios en épocas en que Dios dijo taxativamente que no hablaría con nosotros, quienes construimos todo un Templo y no un sencillo Altar, además de edificarlo en el lugar equivocado. Según ellos, por eso es que huimos desterrados de la Tierra Prometida, somos quienes les quitamos el rango a los Levitas y Cohanim, y en últimas somos quienes nos inventamos una retahíla de halajot heréticas.
Los samaritanos siguen únicamente las festividades de la Torah (sólo ayunan en Kipur y lo hacen todos ajeno a su edad; no celebran Tu Bishvat, ni Januka ni Purim). Como no viven en la diáspora, sus fiestas son de un solo día, cumplen estrictamente con el Kashrut y lo hacen igual que nosotros solo que no comen de nuestra shejitá porque nosotros no ofrendamos la pata delantera del animal sacrificado al Cohen Gadol. Ellos si tienen un Cohen Gadol que hereda su título tal cual lo prescribe la Torah y orgullosamente muestran un linaje de más de 160 generaciones que los llevan hasta Aarón. Heredan la religión por vía patrilineal como lo hacíamos otrora. Su año comienza el 1 de Nissan como debiera ser y el 1 de Tishrei solo conmemoran Iom Teruah, tal cual nos dicta la Torah.
Aun hoy, en Pesaj sacrifican el cordero pascual, se reúnen en familia y comen rápido porque rápido tuvimos que salir de Egipto. No tienen Hagadá ni hacen cenas largas. Los años no los cuentan desde la creación de Adán sino desde la entrada de las tribus a la Tierra Prometida, evento que argumentan tuvo lugar hace unos 3.650 años y no los 3.350 que reporta nuestra versión de los hechos. Sus shabatot son más lúgubres, al estilo tradicional karaíta. No tiene Bar-Mitzvot, no tienen tefilin, sus talitot y tsitsit son bien diferentes, las mezuzot no son pergaminos sino están escritas o talladas a la vista encima de los portones de las casas y hacen alusión a cualquier mitzvah de la Torah. La Estrella de David la asocian con David el malo; para ellos no hay nada más representativo que la Menorah de brazos redondeados como la de la Kneset. Siguen haciendo tres peregrinaciones anuales a Gerizim y ofrecen el diezmo a sus Cohanim. Las hierbas que usan en Sukot son las prescritas en la Torah y no las que usamos nosotros hoy, sus Sukot las hacen de la manera más colorida y espectacular pero dentro de la sala de sus casas a escondidas resultado de años de persecución por parte de bizantinos y musulmanes (y evidencia de que también han sabido interpretar y adaptar su Ley a las circunstancias). Hoy, el gran debate en su comunidad está en determinar si es permitido o no mantener conectado un aire acondicionado durante Shabat.
Como nosotros, reemplazaron los sacrificios por rezos (pero los dos de la Torah y no los tres que tenemos) y eventualmente aprendieron a encender velas en Shabat y a creer en la Resurrección. Al ser tan pocos hoy en día, aceptaron recientemente casarse con goyot pero no con goyim. Su absoluta fidelidad a la Tierra Prometida hizo que no salieran a exilios en los últimos 2.500 años lo que les ha costado haber sido fácilmente diezmados o forzados a convertirse. Tienen un archivo de más de 1.000 melodías (para mi gusto bastante monótonas y repetitivas) pero que sin duda manifiestan un origen musical muy antiguo. No tienen ningún código legal estilo el Talmud y apenas desarrollaron una incipiente legislación casuística y analítica lo que los hizo más fieles a su Torah pero más anacrónicos y anquilosados. Su historia no es ni remotamente tan documentada como la nuestra pero pueden acudir a evidencias propias y ajenas que cubren los últimos 2.700 años sea en textos o restos arqueológicos.
A los samaritanos los identificamos en nuestro Tanaj como aquellos remanentes del reino del norte quienes se asimilaron durante la época de la diáspora Asiria, quienes vivían y adoraban en zonas donde existieron múltiples altares a nuestro Dios, quienes nos “zapearon” ante los Persas cuando nos pusimos a construir una muralla defensiva alrededor de Jerusalem. Eran tan malos y heréticos para nosotros que hasta el mismo Jesús así los consideraba y se sorprendía al encontrar tan solo uno que fuera “bueno”. Alguna vez fueron un pueblo numeroso.
Sus registros hablan de haber sido más de un millón antes de que Bizancio los comenzara a exterminar. Hace cien años eran sólo 150 personas y hoy argumentan que buena parte de la población palestina es descendiente tanto de judíos como de samaritanos que fueron obligados a convertirse durante siglos de dominación islámica. Los pocos que quedaron son muy apegados a su tradición. Irónicamente, fue en el sionismo donde encontraron su salvación y la revitalización de su pueblo. Su población se ha quintuplicado pero siguen siendo muy pocos y por ende tanto judíos como palestinos se permiten protegerlos y buscan su amistad. Para quienes vivían en Holón, la guerra de los Seis Días fue casi profética en la medida que les permitió retornar a hacer su sacrificio pascual al monte Gerizim. Son a su manera “sionistas” decididos pero manejan una línea diplomática entre israelíes-judíos y palestinos-musulmanes. Su endogamia les ha generado un alto número de personas con problemas congénitos pero su nueva Halajá permitiendo la conversión de mujeres les ha oxigenado su sangre y multiplicado sus números. Su historia nos llena de lecciones y cuestionamientos.
Nos puede hacer reflexionar sobre el justo balance entre ley, patriotismo y practicidad ante la adversidad; sobre los extraños beneficios que puede traer la diáspora y lo importantísimo que puede ser la mentalidad talmúdica incluso para aquellos que no le quieren aceptar autoría Divina.
La existencia hoy de samaritanos nos lleva a reflexionar sobre nuestra historia como pueblo de Israel descendientes de la tribu de Judá exclusivamente, o como pueblo de Israel siendo una de 12 tribus, aceptando, discutiendo y analizando el curso que tomaron otras tribus y quienes se sienten fieles al mismo Dios y su Ley. En el proceso, nos invitan a reevaluar nuestro folklore y leyendas. Leer su Torah y ver la historia (nuestra historia) desde sus ojos son ejercicios que recomiendo inmensamente. Sus tradiciones, música, idioma y escritura son una inmejorable ventana a nuestro pasado. Quizás el presente de ellos es más fiel al mundo del pueblo de Israel de hace 2.500 o 3.000 años de lo que es hoy el nuestro. La forma en que como judíos o israelíes tratemos a esta minoría nos debe hacer reflexionar sobre la forma en que otros pueblos nos trataron en su momento y vice-versa. Son descendientes de Efraím y Menashe así sea por línea paterna, celosos de su condición de Pueblo Elegido y constituyen otro apasionante apéndice de nuestra historia.
Los buenos samaritanos.
De las doce tribus nos cuentan que diez se perdieron. Pero si leemos bien el Tanaj nos damos cuenta que Simeón y media tribu de Benjamín se asimilaron a Judá. Están también los descendientes de Levi, sean solo Levitas o Cohanim. De diez perdidas, ya solo nos faltan ocho por identificar. Nuestra apasionante historia y leyendas nos llevan a querer encontrarlas entre Falashas, o judíos de la montaña en Georgia y Azerbaiyán, entre los judíos kurdos, los Bene Menashe o Bene Israel en India y Burma y tantos otros grupos marginales.
Pero en realidad solo hay perdidas seis porque aun hoy viven entre nosotros un grupo de unas 750 personas que pertenecen mayoritariamente a las tribus de Menashe y Efraím, descendientes directos por vía paterna de José, el mismo de la manta multicolor y quien descifró los sueños del Faraón en Génesis. Hasta hace 40 anos también existía una familia descendiente de la otra mitad de la tribu de Benjamín. Y claro, entre ellos también hay Cohanim, de la tribu de Levi, descendientes de aquellos Cohanim cismáticos cuando Eli el sacerdote montó tienda aparte en Bet El. Me refiero a los Samaritanos quienes hoy viven en dos comunidades de igual tamaño: La de Holón que data de hace unos 80años, donde todos son ciudadanos israelíes y aceptados como judíos bajo la Ley de Retorno. Y está la de Kiriat Luza en las afueras de Nablus donde vivían por milenios y de donde tuvieron que emigrar recientemente por físico miedo a la violencia palestina. Ahí viven bajo protección israelí, administración palestina y como ciudadanos israelíes de religión “judía samaritana” cobijados bajo la misma Ley de Retorno, pero también gozando de ciudadanía palestina y jordana y teniendo participación en el Parlamento Palestino. ¿Confuso? Apasionante.
¿Los Samaritanos son judíos? No porque no descienden de Judá ni aceptan nuestra Tora. Además, no creen en el Tanaj ni mucho menos en el Talmud. Solo creen en la Torah, su Torah, una Torah casi idéntica a la nuestra salvo por casi 7.000 leves diferencias, la mayoría consistente en una letra o par conceptos repetidos. Diferencias leves salvo unas pocas fundamentales. Ellos consideran que la bendición de la primogenitura siguió la línea de José y por ende recayó en Menashe y Efraím. Creen que el monte de la Bendición es Gerizim y no Ebal y por ende fue ahí donde construyeron su Altar y donde según su leyenda se esconde aun hoy los Urim y Tumim, el Arca de la Ley con toda su parafernalia y las doce piedras con que Josué marco su entrada a la Tierra Prometida. Para ellos, el centro del mundo está ahí, en Gerizim, sobre cuyas faldas se edifico el Shejem bíblico, donde según ellos Abraham iba a sacarificar a Isaac. Creen que Jerusalem es anatema como lo son todos los profetas del Tanaj. Argumentan que nuestros Diez Mandamientos son en realidad nueve porque “Yo Soy” no es mandamiento sino una simple afirmación Divina. Para ellos, el verdadero décimo Mandamiento fue eliminado de nuestra versión y es el de construir un Altar en Gerizim. David y los Jasmoneos son sus declarados enemigos.
Los samaritanos siguen el concepto bíblico de las etapas de Fanuta o la época en que Dios estaría presente ante nosotros como lo estuvo hasta antes de llegar a la Tierra Prometida, y la subsiguiente época de Rahuta que comienza al final de Deuteronomio cuando Dios se frustra con nosotros y promete no volver a manifestarse ante nosotros hasta que llegue su tiempo, con su mesías o Taheb. Los samaritanos se llaman a sí mismos israelitas, hablan hebreo antiguo y lo escriben en ese tipo de caracteres y no en los nuestros de origen babilónico. Los llamamos Shomronim haciendo referencia a Shomron (Samaria), pero ellos dicen que el término se deriva de “Shomrei Haemet”, los Guardianes de la Verdad. Para ellos, somos nosotros los cismáticos, quienes adulteramos la Torah, quienes seguimos a unos profetas que decían hablar a nombre de Dios en épocas en que Dios dijo taxativamente que no hablaría con nosotros, quienes construimos todo un Templo y no un sencillo Altar, además de edificarlo en el lugar equivocado. Según ellos, por eso es que huimos desterrados de la Tierra Prometida, somos quienes les quitamos el rango a los Levitas y Cohanim, y en últimas somos quienes nos inventamos una retahíla de halajot heréticas.
Los samaritanos siguen únicamente las festividades de la Torah (sólo ayunan en Kipur y lo hacen todos ajeno a su edad; no celebran Tu Bishvat, ni Januka ni Purim). Como no viven en la diáspora, sus fiestas son de un solo día, cumplen estrictamente con el Kashrut y lo hacen igual que nosotros solo que no comen de nuestra shejitá porque nosotros no ofrendamos la pata delantera del animal sacrificado al Cohen Gadol. Ellos si tienen un Cohen Gadol que hereda su título tal cual lo prescribe la Torah y orgullosamente muestran un linaje de más de 160 generaciones que los llevan hasta Aarón. Heredan la religión por vía patrilineal como lo hacíamos otrora. Su año comienza el 1 de Nissan como debiera ser y el 1 de Tishrei solo conmemoran Iom Teruah, tal cual nos dicta la Torah.
Aun hoy, en Pesaj sacrifican el cordero pascual, se reúnen en familia y comen rápido porque rápido tuvimos que salir de Egipto. No tienen Hagadá ni hacen cenas largas. Los años no los cuentan desde la creación de Adán sino desde la entrada de las tribus a la Tierra Prometida, evento que argumentan tuvo lugar hace unos 3.650 años y no los 3.350 que reporta nuestra versión de los hechos. Sus shabatot son más lúgubres, al estilo tradicional karaíta. No tiene Bar-Mitzvot, no tienen tefilin, sus talitot y tsitsit son bien diferentes, las mezuzot no son pergaminos sino están escritas o talladas a la vista encima de los portones de las casas y hacen alusión a cualquier mitzvah de la Torah. La Estrella de David la asocian con David el malo; para ellos no hay nada más representativo que la Menorah de brazos redondeados como la de la Kneset. Siguen haciendo tres peregrinaciones anuales a Gerizim y ofrecen el diezmo a sus Cohanim. Las hierbas que usan en Sukot son las prescritas en la Torah y no las que usamos nosotros hoy, sus Sukot las hacen de la manera más colorida y espectacular pero dentro de la sala de sus casas a escondidas resultado de años de persecución por parte de bizantinos y musulmanes (y evidencia de que también han sabido interpretar y adaptar su Ley a las circunstancias). Hoy, el gran debate en su comunidad está en determinar si es permitido o no mantener conectado un aire acondicionado durante Shabat.
Como nosotros, reemplazaron los sacrificios por rezos (pero los dos de la Torah y no los tres que tenemos) y eventualmente aprendieron a encender velas en Shabat y a creer en la Resurrección. Al ser tan pocos hoy en día, aceptaron recientemente casarse con goyot pero no con goyim. Su absoluta fidelidad a la Tierra Prometida hizo que no salieran a exilios en los últimos 2.500 años lo que les ha costado haber sido fácilmente diezmados o forzados a convertirse. Tienen un archivo de más de 1.000 melodías (para mi gusto bastante monótonas y repetitivas) pero que sin duda manifiestan un origen musical muy antiguo. No tienen ningún código legal estilo el Talmud y apenas desarrollaron una incipiente legislación casuística y analítica lo que los hizo más fieles a su Torah pero más anacrónicos y anquilosados. Su historia no es ni remotamente tan documentada como la nuestra pero pueden acudir a evidencias propias y ajenas que cubren los últimos 2.700 años sea en textos o restos arqueológicos.
A los samaritanos los identificamos en nuestro Tanaj como aquellos remanentes del reino del norte quienes se asimilaron durante la época de la diáspora Asiria, quienes vivían y adoraban en zonas donde existieron múltiples altares a nuestro Dios, quienes nos “zapearon” ante los Persas cuando nos pusimos a construir una muralla defensiva alrededor de Jerusalem. Eran tan malos y heréticos para nosotros que hasta el mismo Jesús así los consideraba y se sorprendía al encontrar tan solo uno que fuera “bueno”. Alguna vez fueron un pueblo numeroso.
Sus registros hablan de haber sido más de un millón antes de que Bizancio los comenzara a exterminar. Hace cien años eran sólo 150 personas y hoy argumentan que buena parte de la población palestina es descendiente tanto de judíos como de samaritanos que fueron obligados a convertirse durante siglos de dominación islámica. Los pocos que quedaron son muy apegados a su tradición. Irónicamente, fue en el sionismo donde encontraron su salvación y la revitalización de su pueblo. Su población se ha quintuplicado pero siguen siendo muy pocos y por ende tanto judíos como palestinos se permiten protegerlos y buscan su amistad. Para quienes vivían en Holón, la guerra de los Seis Días fue casi profética en la medida que les permitió retornar a hacer su sacrificio pascual al monte Gerizim. Son a su manera “sionistas” decididos pero manejan una línea diplomática entre israelíes-judíos y palestinos-musulmanes. Su endogamia les ha generado un alto número de personas con problemas congénitos pero su nueva Halajá permitiendo la conversión de mujeres les ha oxigenado su sangre y multiplicado sus números. Su historia nos llena de lecciones y cuestionamientos.Nos puede hacer reflexionar sobre el justo balance entre ley, patriotismo y practicidad ante la adversidad; sobre los extraños beneficios que puede traer la diáspora y lo importantísimo que puede ser la mentalidad talmúdica incluso para aquellos que no le quieren aceptar autoría Divina.
La existencia hoy de samaritanos nos lleva a reflexionar sobre nuestra historia como pueblo de Israel descendientes de la tribu de Judá exclusivamente, o como pueblo de Israel siendo una de 12 tribus, aceptando, discutiendo y analizando el curso que tomaron otras tribus y quienes se sienten fieles al mismo Dios y su Ley. En el proceso, nos invitan a reevaluar nuestro folklore y leyendas. Leer su Torah y ver la historia (nuestra historia) desde sus ojos son ejercicios que recomiendo inmensamente. Sus tradiciones, música, idioma y escritura son una inmejorable ventana a nuestro pasado. Quizás el presente de ellos es más fiel al mundo del pueblo de Israel de hace 2.500 o 3.000 años de lo que es hoy el nuestro. La forma en que como judíos o israelíes tratemos a esta minoría nos debe hacer reflexionar sobre la forma en que otros pueblos nos trataron en su momento y vice-versa. Son descendientes de Efraím y Menashe así sea por línea paterna, celosos de su condición de Pueblo Elegido y constituyen otro apasionante apéndice de nuestra historia.
Fuente: CAIV
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