La fuerza simbólica de la Biblia.

Autor: SANTIAGO KOVADLOFF
De: La Nación 2006     

El ...xodo no existió", asegura Israel Finkelstein, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv. Y en cuanto al Pentateuco, desestima el investigador que pueda ser el  resultado de una revelación divina. Propone entenderlo, en cambio, como "una genial reconstrucción literaria y política de la génesis del pueblo judío realizada 1500 años después de lo que siempre creímos".

Por otra parte, sostiene, esa obra fue alentada por la urgencia en satisfacer necesidades muy concretas y algo más prosaicas que las sugeridas por la religión.
Nota del editor:
                Si bien es cierto que la Torá fue usada para satisfacer una necesidad política y convertida luego en religión unificadora; no es esa la función para la que fue recopilada, escrita y readaptada… la expresión, “fue alentada por la urgencia…” sugiere que fue hecha para satisfacer una necesidad política, lo que constituye un error. Fue usada con fines políticos… es -me parece- más acertado.   
                           
Tanto dentro como fuera de Israel, las conclusiones de este prestigioso explorador de lo remoto han desatado un auténtico vendaval. Los tradicionalistas han puesto el grito en el cielo. Los cientificistas, a su vez, proponen limitarse a dirigir la mirada hacia los secretos que guarda la tierra. Una tensión agobiante recorre los caminos que llevan del claustro académico a la sinagoga.

¿Se equivoca Finkelstein? ¿Es la suya una visión reduccionista? ¿Lo que afirma vulnera la sustancia religiosa de la Biblia?

Ponderar los argumentos de la ciencia con criterios religiosos, o éstos con la vara de aquéllos, buscando imponer una comprensión exclusiva o hegemónica, es un procedimiento peligroso y ha sembrado la historia de muertos y amordazados. Ya es hora de admitir que se trata de dos perspectivas que responden a muy distintos imperativos. Ninguna de ellas tiene derecho a restringir, al alcance de su propia mirada, los paisajes que la otra es capaz de contemplar mediante la suya.
Nota del editor:
                Finkelstein es un científico y como tal investiga y llega a conclusiones. Estás no tienen la intención de destruir las creencias religiosas de nadie. El mismo en una entrevista televisada, confiesa que  cuando se sienta con su familia a celebrar Pesaj, lo que lee con sus hijos es la Hagada tradicional. Lo cortes no quita lo valiente.

Es enteramente legítimo que la arqueología bíblica moderna inscriba el Libro de los libros en un horizonte de indagaciones empíricas cuya lógica difiera por completo de la que rige la lectura de inspiración religiosa o filosófica. El problema en cambio se agrava - y sus consecuencias rebasan entonces el campo del debate académico - cuando quienes así proceden presumen que el sentido de la Biblia se agota en los significados proporcionados por el "objeto" que ellos construyen e investigan. Finkelstein no desconoce la grandeza estética de la Torá. Tampoco su función sociopolítica en la historia del pueblo hebreo. Pero sí relega al rincón de lo inverosímil la ponderación religiosa de la obra. "Existir", para este notable arqueólogo, parece querer decir bastante menos que "significar". Y ésa es, justamente, la cuestión.

La trascendencia emocional e intelectual del Exodo, ésa que lo convierte en un hecho espiritual paradigmático, en nada depende de que los acontecimientos por él narrados hayan tenido lugar alguna vez en el plano objetivo. Su fuerza simbólica es lo que importa considerar. Su formidable potencia para dar vida y sentido a incontables generaciones judías. Su magnetismo incesante sobre la sensibilidad cristiana. Su inagotable capacidad para constituirse en fuente nutricia de templanza y resistencia moral en condiciones que, para los judíos, fueron terriblemente adversas a lo largo de siglos.
Nota del editor:
                Efectivamente… lo que afecta Finkelstein con sus descubrimientos es la verosimilitud del texto sagrado tomado como hecho histórico; y eso si que hay que asimilarlo con serenidad. La salida más idónea al problema podría darse en el aforismo “Lo interno manda sobre lo externo”, es decir: “muerta la historia… viva la psicología”. 

Si la figura del Hamlet literario descansa o no sobre un referente empírico comprobado es cosa por entero irrelevante. Hamlet, el prodigioso fruto del talento poético de Shakespeare, existe en nosotros y, en muy buena medida, nosotros existimos gracias a él. De igual manera, cabe afirmar que el ...xodo no sólo fue real porque tuvo efecto de verdad sobre incontables y sucesivas generaciones pasadas, sino que lo es y que seguramente lo seguirá siendo, pues tal efecto de verdad no dejará de operar sobre el imaginario colectivo. La vivencia de lo sagrado se nutre en necesidades mucho más complejas que las que demandan un concepto llano de la objetividad, pruebas materiales o una lógica meramente formal aferrada al principio de no contradicción. Pascal nos enseñó que el corazón tiene razones que la razón desconoce. Freud lo hizo también. Y en días muy cercanos a los nuestros, ese gran físico inglés que fue Sir Eddington nos recordó, con exquisito humor, que cualquiera de sus colegas sabe que su mujer no es más que un conjunto de átomos y células. "Ahora bien, advirtió, si la trata así, la pierde".
Nota del editor:
                El problema es mucho más complejo que el argumento con que Kovadloff acaba su artículo. La Torá es literatura objetiva sin parangón…Si bien no es historia, es Enseñanza. No pierde objetivo trascendente al no ser historia…cuando la ilusión se esfuma, asoma la realidad… La puntería será dirigida en el futuro hacia la psicología, desde ahí la trascendencia es mucho más trascendente… 

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