El lamento de Héctor Timerman.
Autor: JULIÁN SCHVINDLERMAN
De: The Times of Israel
Quien fuera canciller argentino entre 2010-2015, Héctor Timerman, se encuentra bajo arresto domiciliario. No está en prisión sólo porque está terminalmente enfermo y se le concedió ese privilegio. Fue acusado de traicionar a su patria al negociar secretamente junto a otros funcionarios del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un memorando de entendimiento con la República Islámica de Irán. El fiscal Alberto Nisman denunció que el fin último de ese pacto era exculpar a los perpetradores del atentado contra la AMIA de 1994. Días antes de presentar la evidencia que sustentaba su denuncia ante el Congreso de la Nación, fue hallado muerto de un tiro en la sien. La justicia argentina acaba de determinar que fue asesinado.
El señor Timerman ha respondido al cargo de traición a la patria a través de sus abogados. También lo hizo públicamente, por medio de cartas, artículos y entrevistas en los que ha buscado presentarse como una víctima, tanto del poder político nacional como de la comunidad judía local.
En el que fue uno de sus actos más “dramáticos” -una puesta en escena de indignación fingida, en realidad- Timerman renunció como miembro de la AMIA, adelantándose a una dirigencia judía que permanecía indecisa acerca de si expulsarlo o no de la institución. Él era, después de todo, el canciller en funciones de la república, y la dirigencia comunitaria temía por las repercusiones de semejante decisión. En una carta enviada a las autoridades de la AMIA y DAIA (la representación política de la comunidad judía) en abril de 2015, Timerman se comparó con Theodor Herzl:
“He notado con desagrado que los referentes de la AMIA y la DAIA han vuelto a caer en la vulgar acusación de que todo judío que critica su accionar, y no son pocos, sean tildados con el gastado argumento de ser ´judíos vergonzantes´. Deberían recordar que el primer judío en ser acusado de tal forma fue Teodoro Herzl, padre fundador del sionismo moderno. Ocurrió en 1898 cuando fue denunciado por Karl Strauss de odiar tanto a los judíos que quería erradicarlos de Europa. Desde entonces dicha acusación tiene validez sólo para quienes creen poder medir la judeidad de los demás”.
Tras su detención domiciliaria en diciembre de 2017, Timerman dio una entrevista al diario izquierdista Página12 (vocero extraoficial del Kirchnerismo) en la que una vez más subrayó su condición de judío al presentarse como una víctima de históricos prejuicios. “A mí me golpea doblemente por ser judío. A los judíos nos acusan de doble lealtad, ubicándonos como si fuéramos argentinos de segunda categoría. Me hace volver a la infancia, cuando nos apretaban preguntándonos si éramos leales a la Argentina o a Israel. Es una infamia”.
Recientemente, Timerman reiteró su protesta angustiante en la página de opinión del New York Times en una nota en la que se auto-definió como un “preso político” y “blanco de la furia de la comunidad judía”. También afirmó que el pacto con Irán concitó una “ira vengativa” en su contra. Acusó al juez que decretó su arresto domiciliario de negarle atención médica a tiempo, lo cual “es como condenarme a la muerte”. “La Constitución argentina no contempla la pena de muerte”, señaló con pesadumbre, “pero con un juez como éste, no tengo garantía de ello”.
Desde ya que todas estas protestas del ex canciller son falsedades exageradas. Las autoridades de AMIA y DAIA no cuestionan la identidad judía de sus críticos judíos, ni el juez Claudio Bonadio le ha negado atención médica oportuna. Lo que está matando al señor Timerman es un cáncer, no un juez. Su queja de la doble lealtad por ser judío es especialmente curiosa, dado que se mostró más leal a Teherán que a la Argentina o a Israel al firmar el controvertido memorando con el Irán del legendario negacionista Mahmoud Ahmadinejad un 27 de enero, Día de Recordación Internacional del Holocausto, además. Lo que él llama “ira vengativa” no es más que retribución jurídica por sus delitos contra su propio país, y de por cierto que él no es un preso político detenido por sus ideas. En lo que puede ser visto como un acto de desesperación personal, recurrió a la memoria de su extinto padre Jacobo, quien efectivamente fue un perseguido político durante la época de la dictadura, 1976-1983. “Tristemente, no es la primera vez que mi familia es víctima de una persecución política”, escribió en el Times, “mi padre, el periodista Jacobo Timerman, también fue prisionero político”.
El ex canciller tiene algo en común con el pasado de su padre, aunque no precisamente por la condición de preso político. Tras ser rescatado por Israel de las cámaras de tortura de la junta militar argentina, Jacobo, ahora libre para expresar sus ideas, fue un duro crítico de las políticas del país que lo salvó de una muerte casi segura. Muchos consideraron que al obrar así, él traicionó moralmente a Israel. Aproximadamente cuatro décadas después, al pactar con el máximo enemigo existencial de Israel y con el régimen que asesinó a argentinos en su suelo, su hijo fue más lejos todavía. Héctor Timerman no solamente traicionó a la Argentina. También traicionó a esa identidad religiosa que ahora tanto invoca en defensa propia.
De: The Times of Israel
Quien fuera canciller argentino entre 2010-2015, Héctor Timerman, se encuentra bajo arresto domiciliario. No está en prisión sólo porque está terminalmente enfermo y se le concedió ese privilegio. Fue acusado de traicionar a su patria al negociar secretamente junto a otros funcionarios del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un memorando de entendimiento con la República Islámica de Irán. El fiscal Alberto Nisman denunció que el fin último de ese pacto era exculpar a los perpetradores del atentado contra la AMIA de 1994. Días antes de presentar la evidencia que sustentaba su denuncia ante el Congreso de la Nación, fue hallado muerto de un tiro en la sien. La justicia argentina acaba de determinar que fue asesinado.
El señor Timerman ha respondido al cargo de traición a la patria a través de sus abogados. También lo hizo públicamente, por medio de cartas, artículos y entrevistas en los que ha buscado presentarse como una víctima, tanto del poder político nacional como de la comunidad judía local.
En el que fue uno de sus actos más “dramáticos” -una puesta en escena de indignación fingida, en realidad- Timerman renunció como miembro de la AMIA, adelantándose a una dirigencia judía que permanecía indecisa acerca de si expulsarlo o no de la institución. Él era, después de todo, el canciller en funciones de la república, y la dirigencia comunitaria temía por las repercusiones de semejante decisión. En una carta enviada a las autoridades de la AMIA y DAIA (la representación política de la comunidad judía) en abril de 2015, Timerman se comparó con Theodor Herzl:
“He notado con desagrado que los referentes de la AMIA y la DAIA han vuelto a caer en la vulgar acusación de que todo judío que critica su accionar, y no son pocos, sean tildados con el gastado argumento de ser ´judíos vergonzantes´. Deberían recordar que el primer judío en ser acusado de tal forma fue Teodoro Herzl, padre fundador del sionismo moderno. Ocurrió en 1898 cuando fue denunciado por Karl Strauss de odiar tanto a los judíos que quería erradicarlos de Europa. Desde entonces dicha acusación tiene validez sólo para quienes creen poder medir la judeidad de los demás”.
Tras su detención domiciliaria en diciembre de 2017, Timerman dio una entrevista al diario izquierdista Página12 (vocero extraoficial del Kirchnerismo) en la que una vez más subrayó su condición de judío al presentarse como una víctima de históricos prejuicios. “A mí me golpea doblemente por ser judío. A los judíos nos acusan de doble lealtad, ubicándonos como si fuéramos argentinos de segunda categoría. Me hace volver a la infancia, cuando nos apretaban preguntándonos si éramos leales a la Argentina o a Israel. Es una infamia”.
Recientemente, Timerman reiteró su protesta angustiante en la página de opinión del New York Times en una nota en la que se auto-definió como un “preso político” y “blanco de la furia de la comunidad judía”. También afirmó que el pacto con Irán concitó una “ira vengativa” en su contra. Acusó al juez que decretó su arresto domiciliario de negarle atención médica a tiempo, lo cual “es como condenarme a la muerte”. “La Constitución argentina no contempla la pena de muerte”, señaló con pesadumbre, “pero con un juez como éste, no tengo garantía de ello”.
Desde ya que todas estas protestas del ex canciller son falsedades exageradas. Las autoridades de AMIA y DAIA no cuestionan la identidad judía de sus críticos judíos, ni el juez Claudio Bonadio le ha negado atención médica oportuna. Lo que está matando al señor Timerman es un cáncer, no un juez. Su queja de la doble lealtad por ser judío es especialmente curiosa, dado que se mostró más leal a Teherán que a la Argentina o a Israel al firmar el controvertido memorando con el Irán del legendario negacionista Mahmoud Ahmadinejad un 27 de enero, Día de Recordación Internacional del Holocausto, además. Lo que él llama “ira vengativa” no es más que retribución jurídica por sus delitos contra su propio país, y de por cierto que él no es un preso político detenido por sus ideas. En lo que puede ser visto como un acto de desesperación personal, recurrió a la memoria de su extinto padre Jacobo, quien efectivamente fue un perseguido político durante la época de la dictadura, 1976-1983. “Tristemente, no es la primera vez que mi familia es víctima de una persecución política”, escribió en el Times, “mi padre, el periodista Jacobo Timerman, también fue prisionero político”.
El ex canciller tiene algo en común con el pasado de su padre, aunque no precisamente por la condición de preso político. Tras ser rescatado por Israel de las cámaras de tortura de la junta militar argentina, Jacobo, ahora libre para expresar sus ideas, fue un duro crítico de las políticas del país que lo salvó de una muerte casi segura. Muchos consideraron que al obrar así, él traicionó moralmente a Israel. Aproximadamente cuatro décadas después, al pactar con el máximo enemigo existencial de Israel y con el régimen que asesinó a argentinos en su suelo, su hijo fue más lejos todavía. Héctor Timerman no solamente traicionó a la Argentina. También traicionó a esa identidad religiosa que ahora tanto invoca en defensa propia.
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